En el fondo de una de las hoces del Parque Natural de las Hoces del Duratón yace lo que queda del convento franciscano de Nuestra Señora de los Ángeles de la Hoz, que en su momento de máximo esplendor fue uno de los cenobios más influyentes de Europa. Aquí la Reina Isabel la Católica tuvo su propia celda y se fundó el primer colegio de misioneros. Hoy lucha por sobrevivir gracias a los Amigos del Monasterio de la Hoz.