Poco a poco, el sueño de Sergio fue tomando forma, desde pequeño veía como sus abuelos recogían los huevos con los que se autoabastecía la familia. Esa acción es uno de los mejores recuerdos que tiene de su infancia y uno de los motivos por los que decidió arriesgar todo y poner en marcha su propia granja.
Los inicios fueron complicados y no pudo contar con ningún tipo de ayuda, pero hoy, con mucho orgullo, afirma haber sido capaz de crear un negocio del que forman parte 3.000 gallinas camperas que diariamente producen 1.700 huevos que comercializa en Salamanca.
Sergio nos dice que trabaja en lo que "le apasiona", lo que siempre fue su hobby.