SEMINCI 2011

Los Dardenne cautivan al público con 'El niño de la bicicleta'

  • La película supone una nueva cuestión moral cinematográfica impregnada de humanidad.

César Combarros/ ICAL

Jean-Pierre y Luc Dardenne regresaron este lunes a la Semana Internacional de Cine de Valladolid, festival que ha proyectado todos sus largometrajes de ficción desde que en 1996 conquistaron la Espiga de Oro por su ópera prima, 'La promesa', y tras la ausencia de su anterior película, 'El silencio de Lorna' (2008), reconciliándose así con un certamen que les considera "parte de la familia de Seminci", tal y como apuntó el director de la muestra, Javier Angulo.

Los realizadores belgas han viajado esta vez con 'El niño de la bicicleta' bajo el brazo, un film donde encuentran prolongación las cuestiones morales que suelen salpicar sus historias, protagonizadas habitualmente por actores no profesionales y con un estilo tremendamente naturalista, donde las cámaras se hacen invisibles para dejar que la respiración de los espectadores se acompase con la de los personajes.

Fue Luc quien se encargó de recordar el origen del proyecto, que situó en 2002, cuando viajaron hasta Tokio para presentar en un festival de cine 'El hijo'. "el distribuidor japonés decidió proyectar la película dentro de un ciclo para apoyar la abolición de la pena de muerte, y en una mesa de debate sobre ese tema conocimos a una jueza que nos contó el caso de un niño que vivía a las afueras de Tokio, a quien su padre había abandonado en un orfanato diciéndole que dos o tres meses volvería a por él, algo que nunca hizo. La jueza nos contó que siempre estaba intentando escaparse de allí, subiendo a los tejados y lleno de rabia, y esa historia acabó mezclándose con la historia de una médica que intentábamos poner en pie sin lograr que acabara de funcionar", relató.

En el film, el niño es Cyril, un problemático niño de once años, obsesionado con encontrar a su padre. Obstinado, hiperactivo y violento, vive en una constante huida a la carrera sin dirección definida, rechazando la idea de que su padre lo ha abandonado. En una desesperada visita a su antiguo hogar, se esconde en un consultorio médico de la planta baja intentando evitar a los tutores que lo persiguen, y una vez sorprendido, se aferra a una mujer que aguardaba sentada su turno para acceder a la consulta. Ella es Samantha y se convertirá en su obstinado ángel de la guarda, y la única persona capaz de sacarle del círculo de dolor que está a punto de engullirle.

Las motivaciones de uno y otro personajes, esbozadas con tenues y profundas pinceladas con el pulso narrativo maestro de los Dardenne, se convertirán en el motor implícito (y no desvelado) que va impulsando la trama hasta su sobrecogedor desenlace, en la que Angulo calificó como la película "menos dura" de los cineastas. "Nosotros no los lo planteamos así de inicio, pero es algo que ya nos ha dicho más gente así que debe ser verdad. Algo que sí es cierto y a lo que aquí en España no le darán importancia es que se trata de nuestra primera película con sol, y esa circunstancia sin duda contribuye a forjar el tono y la atmósfera de la película, algo que se consolida con la corriente de calidez que aporta el personaje de Samantha a la historia", explicó Jean-Pierre.

Su hermano Luc fue quien detalló por qué han decidido utilizar por primera vez en su filmografía música extra diegética, al utilizar la misma melodía en cuatro momentos bien significativos del largometraje. "La música acoge al protagonista, y le brinda ese abrazo que le falta en subida, es el amor, el conocimiento, el afecto que le falta, que alguien le diga sé que existes, y te quiero, por eso en los momentos que aparece la música no camina junto a la historia, sino que sobrevuela por encima de ella, en momentos de especial sufrimiento del niño y en aquellos en los que está viviendo instantes de cambio".

La película, según Jean-Pierre, "no pretende ser una radiografía exhaustiva del estado de la sociedad, pero es obvio que existen niños cuya reacciones violentas pueden ser similares a la de nuestro protagonista". Según recordó Luc, el protagonista (Thomas Doret) fue elegido en un casting dirigido por ellos mismos, y fue el quinto niño que vieron el primer día. "Les pedimos que interpretaran la primera escena de la película, que sujetaran el teléfono y que pensaran que tenía que descolgar su padre pero no lo haría. Thomas nos convenció de que en cualquier momento alguien iba a descolgar el teléfono, por su concentración y la manifestación de su interioridad de que fue capaz. Es inteligente y sensible, y resultó la persona ideal. No puedes dirigir a un niño, porque trataría de imitar lo que hagas como adulto. Basta con darle unos puntos de localización e indicarles las intenciones y lo sentimientos que está viviendo su personaje", aseguró antes de concluir que "los directores somos como vampiros".