La prisión de Villahierro, en Mansilla de las Mulas, León, atraviesa un momento especialmente caliente con numerosas agresiones e incidentes este verano. El delegado de la Agrupación de los Cuerpos de la Administración de Instituciones Penitenciarias en León (Acaip), Félix Alonso, afirma que el perfil del interno está cambiando y que se muestra cada vez más violento. Diferentes incidentes y episodios de violencia se han hecho habituales en el día a día de los funcionarios. "Una agresión es dura, pero se cura. Queda después el tema psicológico. Tienes que volver a trabajar y probablemente ver al que te ha agredido", expone Félix Alonso.

La presión aumenta con la llegada al centro de nuevos internos de extrema peligrosidad y las sanciones meramente administrativas no se cumplen. "Si fuéramos agentes de autoridad, por vía penal sería ya una pena privativa de libertad. Seguro que ya se lo pensaban otras veces", plantea el delegado.

Hay un déficit de un 25% de plantilla de funcionarios, la tercera de España después de Topas y Villabona con la media de edad más alta, 55 años y sin solución a corto plazo.

"De 150 trabajadores que se necesitarían en Villahierro solo van a venir 26 compañeros. En castilla y León, de 800 vacantes que hay, solo se van a cubrir 180 plazas", denuncia Félix Alonso. Una situación insostenible que dificulta la reinserción como finalidad de las penas carcelarias.