La película Pan negro, de Agustí Villaronga, ha sido la ganadora absoluta de la XXV edición de los Premios Goya, que se han entregado este domingo en el Teatro Real, con un total de 9 galardones, de las 14 nominaciones a las que optaba este filme.
En total, ha obtenido los premios a Mejor Película; Mejor Dirección; a la Mejor Actriz Revelación, por el papel de la joven Marina Comas; Mejor Actor Revelación, por la actuación de Francesc Colomer; Mejor Dirección Artística; Mejor Interpretación Femenina de Reparto, por el papel de Laia Marull; Mejor Guion Adaptado; Mejor Interpretación Femenina, que ha recaído en Nora Navas, y Mejor Dirección de Fotografía.
El filme de Villaronga era, con 14 nominaciones, una de las películas que optaba a más premios, sólo por detrás de Balada triste de trompeta, de Álex de la Iglesia, y justo antes de También la lluvia, de Icíar Bollaín, otra de las grandes favoritas y que tan solo ha sido premiada en tres categorías --después de quedarse también fuera de la carrera por el Oscar--: Mejor interpretación masculina de reparto, Mejor Música Original y Mejor Dirección de Producción.
Para el director de Pan negro, que ha sido el gran triunfador de la noche, los premios acaparados por su cinta demuestran que "se hace cine interesante en Cataluña y que interesa a la Academia". Además, ha reconocido que "en esta película no hay nada premeditado y fue a raíz del Festival de San Sebastián" cuando comprobaron que "gustaba a crítica y público", y de ahí en adelante todo han sido "buenas sorpresas".
Pan negro, rodada íntegramente en catalán --en el resto de España se ha visto subtitulada o doblada--, es, según explicó Villaronga,, un ejemplo de normalización. "Me alegra muchísimo que la Academia deje entrar con honores a una película netamente catalana, es muy bueno para nuestro cine", remarcó.
El filme se desarrolla en los años de la posguerra rural en Cataluña. Andreu, un niño que pertenece al bando de los perdedores, encuentra en el bosque los cadáveres de un hombre y su hijo. Las autoridades quieren hacer responsable a su padre de estas muertes, pero él, para ayudarle, intenta averiguar quiénes son los auténticos responsables. En este recorrido, Andreu desarrolla una conciencia moral frente a un mundo de adultos que está alimentado por las mentiras y, para sobrevivir, traiciona sus propias raíces y acabará descubriendo el monstruo que habita en él.