Hace mil años y muchísimo más atrás que este paisaje sigue escoltando a los cañones del Duero con sus escaleras de viñas y olivos, que son bancales. Todavía hoy tengo la misma sensación de haber descubierto un paraíso cada vez que me asomo a uno de esos miradores. Lo conocí en tiempos sin menciones oficiales ni protecciones naturales. Hoy, las políticas ambientales y la fuerza de una Denominación de Origen para sus vinos hacen que la Ruta del Vino de Arribes tire de un territorio casi paradisíaco.