Comprar un producto por internet y recogerlo después en un comercio de cercanía es una práctica cada vez más habitual. Muchos pequeños establecimientos se han reconvertido en puntos de recogida, donde a diario llegan decenas de paquetes. Un servicio que ofrecen como complemento a su actividad principal y que, aunque no resulta especialmente rentable, compensa por la visibilidad que aporta al negocio.
Los tiempos cambian y los negocios tradicionales también se adaptan. Las compras digitales se imponen y el pequeño comercio ha sabido encontrar su espacio dentro de este nuevo modelo de consumo. Para muchos, la paquetería se ha convertido en una pequeña parte de su actividad diaria.
Los comerciantes aseguran que es una de las mejores formas de publicidad que pueden tener. El movimiento de paquetes es constante desde primera hora de la mañana y ese trasiego se traduce en más entradas de clientes y un mayor dinamismo en la tienda.
El impacto se nota incluso en la facturación. En algunos casos, como el de Eva, la actividad generada por la recogida de pedidos es tal que ya se plantea cambiar de local, porque el actual se le ha quedado pequeño.
Una muestra de cómo la logística de última milla no solo beneficia al comercio online, sino que también se ha convertido en un impulso para el comercio de proximidad.