Son lugares pequeños, pero están repartidos por toda la ciudad. Pasan desapercibidos pese al colorido de sus escaparates, pero los locutorios hacen que muchos inmigrantes superen la barrera de la distancia y puedan ayudar económicamente a sus familias. Colombianos, ecuatorianos, venezolanos... Son los que más acuden a estos lugares. Antes de la pandemia, el envío de dinero era una rutina asumida. Ahora, más que nunca, una necesidad y destacan que se ha incrementado mucho más.

Ángel lleva 20 años con el negocio. Se ha convertido en un confidente para decenas de personas, con él comparten los éxitos y fracasos del día a día, las pérdidas de esta crisis sanitaria y la situación en sus países de origen. "En el caso de Ecuador, por ejemplo, ha bajado muchísimo el tema laboral. Los que mantienen trabajo, muchos de ellos están trabajando al 50%". En situaciones complicadas, estos lugares son fundamentales para personas que viven a miles de kilómetros de sus familias.