Vergonzosa actitud, impresentable, intolerable. Los controladores aéreos demuestran con su piquete salvaje a los ciudadanos ser más una casta que un grupo profesional. Por discutibles que sean sus argumentos, su ventajista aprovechamiento de la estratégica función que desempeñan, por cierto, nada mal pagada, merece el desprecio de todos. No hay justificación alguna para un secuestro como el que han protagonizado, no se puede utilizar como rehenes de sus intereses sindicales a cientos de miles de pasajeros. Esta vez han traspasado todos los límites y la contundencia del gobierno tiene que ser total. Es un atropello al estado de derecho y no se pueden aceptar chantajes ni soportar pulsos que parecen más propios de adolescentes enrabietados.