Tienen más familias que atender, pero menos comida que ofrecerles. La inflación adelgaza las despensas de los bancos de alimentos. Y el precio de los cereales sigue al alza. El calentamiento del planeta ha provocado que se pierda parte de la cosecha de trigo de España, India y Marruecos.

El frenazo a la exportación de cereales de Rusia y Ucrania está a punto de provocar una catástrofe humanitaria. Empuja a la hambruna a millones de personas en zonas de por sí en una situación extrema, especialmente en África. Nos lo explica desde Mali el cooperante burgalés de Conemund, José Antonio Hoyos. "Uno de cada cuatro niños está malnutrido, más de un millón de niños malienses sufren esta lacra. Realmente las intervenciones funcionan, lo que ocurre es que también están aumentando las causas que nos llevan a intervenir". 

El cooperante burgalés José Antonio Hoyos se juega la vida en Mali para tratar de paliar un mal endémico que se está agravando. La carestía de cereales por la guerra de Ucrania es un factor que suma a los conflictos armados y los efectos del cambio climático que sufre Mali.

Se repite en Burkina Faso, Chad y Níger, y especialmente en Somalia y en amplias zonas de Kenia y Etiopía. En estos tres países la hambruna afecta allí a más de 20 millones de personas, según Naciones Unidas, en la peor sequía en 40 años. "Es la cuarta sequía consecutiva que vemos. Suben los precios, sigue el impacto del covid, del cambio climático y sigue la guerra aquí, así que tenemos cuatro factores que se suman a la crisis de Ucrania", nos cuenta, Rukia Yacoub, directora, Programa Alimentos ONU Este de África.

Cada día 1.800 personas mueren de inanición en el Cuerno de África, especialmente niños de corta edad. Si no se pone remedio, según Oxfam Intermón este verano morirán de hambre más de 350.000 menores.

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