Marta Diego Cruz es ingeniera agrónoma, pero tenía claro que su lugar estaba en el campo, en Morille, Salamanca. Siempre supo que quería continuar con la explotación ganadera de charolés. "Fue por un componente sentimental muy fuerte y al final hace que te arraigues a la tierra y te quieras quedar", nos cuenta. 

Las dificultades por las que pasa el sector cada día se multiplican, y cree que la raíz de muchos de esos problemas está en el desconocimiento por la distancia que existe entre el mundo rural y el mundo de la ciudad. "Esa ignorancia hace que se nos ataque", lamenta. Pero, sin duda, es el aumento imparable de los costes lo que hace que la situación sea insostenible. "Llevamos al límite muchos años. Nosotros no tenemos un piso inferior al que poder bajar para seguir resistiendo", denuncia.

Asegura que las políticas que se están aplicando no son justas, por ejemplo, con el tema del lobo.  A esto hay que sumarle los problemas sanitarios, sobre todo,  los de la tuberculosis. "El hecho que mis animales en vez de reproductores se vendan para carne,  pierdo mucho dinero". Aun así, seguirá luchando. De lo contrario, dice que no solo se perdería un negocio, sino también el trabajo y esfuerzo de muchas generaciones.