AGROALIMENTACIÓN

Mal año para las castañas

  • La falta de lluvias y las altas temperaturas han disminuido la cantidad para esta temporada
  • La falta de humedad ha repercutido en que la castaña no haya engordado ni madurado

Ical

Cuando las primeras hojas de los árboles comienzan a desprenderse de las ramas y las tierras van adquiriendo tonos ocres y amarillentos, en el Valle del Tiétar surge una explosión de erizos verdosos que contienen un preciado tesoro en su interior. De color marrón, mediano tamaño y un sabor intenso, las castañas son el fruto por excelencia del otoño y a su recolección y comercialización se dedican cientos de habitantes de estas tierras cálidas que este año, sin embargo, han visto cómo el calor que ha perdurado hasta el mes de noviembre ha echado por tierra sus previsiones de una buena temporada.

Lo saben bien en la cooperativa ‘El Castañar’, de Cuevas del Valle, donde la producción, en un año normal, ronda los 150.000 ó 200.000 kilos. Este año, el gusano, la falta de humedad y las altas temperaturas han hecho que la cosecha se haya venido abajo y que las previsiones ronden los 60.000 ó 70.000 kilos.

“Está siendo un año nefasto, para enmarcarlo, de la mala temporada que estamos viviendo”, lamenta Javier Martín, comercial de la coooperativa El Castañar, que cuenta con cerca de 200 socios y que ve que a la falta de producto se une, paulatinamente, el descenso en el número de personas que acuden a la cooperativa a dejar castañas y otros frutos típicos de la zona.

Del total de socios, aproximadamente el 70 por ciento acude a las instalaciones de Cuevas del Valle a dejar castañas, pero la falta de relevo generacional y el que no se registren buenas temporadas está haciendo que muchos propietarios opten por el abandono de uno de los castañares con más renombre y más sano de toda España.

Pocas castañas, buen precio

“Nunca había visto tan pocas castañas”, asegura Javier Martín, de la cooperativa ‘El Castañar’, recordando que, al principio de la temporada, la calidad del fruto fue “mala”, aunque, el paso de los días y prácticamente acabando la recolección es cuando se están viendo castañas “de mejor calidad”.

Todo ha sido fruto de las altas temperaturas que se han prolongado y el retraso en la llegada de las lluvias. De hecho, la primavera fue más húmeda de lo habitual, “idónea” para la aparición del gusano que ataca las castañas, mientras que la escasez de lluvias a principios del mes de septiembre, algo “inusual”, provocó que el fruto no fuera adquiriendo sus características. “Octubre debe ser lluvioso y no ha caído una gota y ha hecho mucho calor”, explica Javier Martín, lo que ha tenido como consecuencia que el fruto se seque.

La falta de humedad, en este momento de la vida del fruto, ha repercutido, así, en que la castaña no haya engordado ni madurado, de manera que los productores se han encontrado los erizos verdes, sin posibilidad de recuperación, porque, a partir de ahora, las temperaturas “ya no serán buenas” y, además, la savia del castaño comienza a bajar.

Así, hacia el Puente de Todos los Santos, suele terminarse con la recolección de castañas, de manera que “a falta de una semana o dos”, se puede decir que la producción en el Barranco, este año, será “en torno a un tercio” inferior a la de otras temporadas. Sólo un ejemplo: aprovechando la festividad de Todos los Santos, ese fin de semana suele ser el que deja una mayor afluencia de productores en la cooperativa, que puede hacerse, en esos pocos días, con “entre 10.000 y 20.000 kilos de castañas”. Este año, la cantidad ha bajado a los 8.000 kilos.

Eso tiene, sin embargo, su contrapartida positiva, como es que lo que ha ocurrido en el Tiétar también ha pasado en el resto de España, por lo que nos encontramos con tierras donde la castaña también es un fruto preciado, como Galicia, donde “la temporada ha sido muy mala” y el producto que se ha conseguido es de un tamaño “muy pequeño”. Al haber menos producto, por lo tanto, suben los precios.

Única y endémica

Aunque en todo el Valle del Tiétar existen “numerosas” variedades de castañas, la que predomina en el denominado Barranco de las Cinco Villas –Mombeltrán, Cuevas del Valle, Villarejo del Valle, San Esteban del Valle y Santa Cruz del Valle- una vez pasado el Puerto de El Pico y antes de adentrarse en tierras toledanas, es la ‘mantequera’.

Es la que más dura en el tiempo sin quedarse hueca o ponerse mala, tiene un tamaño medio, un profundo sabor, suave textura y excelente presencia y, además, es endémica de la zona por lo que resulta prácticamente imposible encontrarla en otro lugar que no sea en el Valle del Tiétar.

Se desconoce cuándo comenzó a darse esta castaña en la zona, pero es una especie única en su clase, aguanta bien la sequedad del verano y tampoco se ve afectada mucho por el gusano que ataca los erizos que guardan las castañas y se instalan en el interior del fruto, estropeándolo.

Así ha sido desde hace más de una década, cuando se optó por conservar esta especie endémica, abandonando otras “muchas” variedades que también se producían en la zona.

Y resultó, pues la castaña de Cuevas, uno de los pocos términos del Tiétar que conserva aún un castañar sano, se puede encontrar en Mercamadrid, desde donde se distribuye para toda España, así como en establecimientos de pequeños minoristas de puntos tan dispares de la geografía como Málaga, Soria, Valladolid o Salamanca.

La castaña es seleccionada por tamaño, en función de su diámetro, se pasa por una cinta para desechar las malas o huecas y se envasan. La venta directa al público suele hacerse en mallas de cinco kilos; es la opción de “pequeño” tamaño, aunque a los compradores se les preparan las mallas en función de sus pedidos: de cinco kilos, de uno o dos o de diez y hasta veinte kilos. El fruto está listo para prepararlo en conserva, consumirlo directamente, convertirlo en mermelada, emplearlo en deliciosas recetas de cocina, que adquieren un toque único con el sabor de la castaña del Tiétar…

Calbotes

O para asarlas a la lumbre y convertirlas en calbotes -o calvotes-, porque el otoño es tiempo de castañas y, por lo tanto, también de calbotadas, acompañadas con vino, licor o la más tradicional, en esta zona, “angélica”.

La Moragá –como se denomina en la localidad de El Hornillo- o Calbotada es una tradición que se repite en esta época y para la que únicamente se necesitan castañas y fuego.

Una sartén con agujeros sobre la hoguera es suficiente para conseguir castañas asadas, aunque también se pueden emplear calboteros, unos recipientes con forma cilíndrica, cerrados que se pueden hacer girar sobre el fuego y en los que las castañas se van haciendo lentamente.

Durante el mes de noviembre es tradicional, en la zona, hacer calbotes. Algunas localidades del Tiétar ya han celebrado la fiesta en torno a las castañas, como El Hornillo; otras, como Cuevas del Valle, lo harán el próximo fin de semana, en torno a un celebración que congrega a cientos de personas –y no sólo habitantes- en la plaza de toros para probar el fruto de este año y acompañarlo con angélica, un licor realizado con mosto y aguardiente que no sólo ayuda en la ingesta de castañas sino también a combatir el frío.