FICHA TÉCNICA
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Película: El dictador.
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Título original: The dictator.
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Dirección: Larry Charles.
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País: USA.
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Año: 2012.
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Género: Comedia.
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Interpretación: Sacha Baron Cohen (almirante general Haffaz Aladeen), Ben Kingsley, Jason Mantzoukas, Anna Faris, Megan Fox, John C. Reilly. Guión: Sacha Baron Cohen, Alec Berg, David Mandel y Jeff Schaffer.
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Producción: Sacha Baron Cohen, Alec Berg, David Mandel, Scott Rudin y Jeff Schaffer.
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Música: Erran Baron Cohen.
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Diseño de producción: Victor Kempster.
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Distribuidora: Paramount Pictures Spain.
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Estreno en USA: 16 Mayo 2012.
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Estreno en España: 13 Julio 2012.
SINOPSIS
'El dictador' nos cuenta la historia de un dictador que hace todo lo posible para que la democracia no llegue a su país. Sacha Baron Cohen se mete ahora en la autocrática piel del almirante general Haffaz Aladeen. Rico en petróleo y bastante aislado, el estado norteafricano de Wadiya lleva siendo gobernado por el vehementemente antioccidental Aladeen desde que éste tenía seis años, cuando fue nombrado líder supremo tras la desafortunada muerte de su padre, muerto por desgracia en un accidente de caza, alcanzado por 97 balas y una granada de mano.
Desde que accedió al poder absoluto, el consejero de más confianza de Aladeen es su tío Tamir (Ben Kingsley), quien ejerce de jefe de la policía secreta, jefe de seguridad y proveedor de mujeres. Por desgracia para Aladeen y sus consejeros, el muy vilipendiado Occidente ha comenzado a meter las narices en los asuntos de Wadiya, y las Naciones Unidas han sancionado repetidas veces al país en la última década, pero el dictador no va a consentir que un inspector del Consejo de Seguridad entre en sus instalaciones secretas de armamento (¿es que acaso no saben lo que quiere decir “secreto”?).
Pero después de que un intento de asesinarle le cueste la vida a otro de los acólitos del líder supremo, Tamir convence a Aladeen de que vaya a Nueva York a solucionar la cuestión de las Naciones Unidas. Y así, el general Aladeen, Tamir y su séquito llegan a Nueva York, donde no son muy bien recibidos, pues la ciudad está repleta de exiliados de Wadiya cuyo mayor deseo es ver a su país libre del despótico régimen de Aladeen. Pero en la tierra de la libertad, a Aladeen le esperan muchas más cosas que unos cuantos expatriados furiosos y algunas sanciones indeseadas (¡e injustificadas!)
La CRÍTICA
“Como nos tiene acostumbrados Sacha, “El Dictador” es una crítica acerada de este mundo en que vivimos, no solamente del de a orillas del desierto con camellos y palmeras, sino también de nuestra jungla del asfalto con sus reglas financieras: “lo mío es mío, y lo tuyo es tuyo y mío”. Aunque hay escenas subiditas de escatología palurda, la acidez y el candor del personaje nos procuran hora y media de sonrisas. Que no es de despreciar, con estos tiempos que corren...”
Después de “Borat” y de “Bruno”, películas en las que respectivamente Sacha Baron Cohen nos deleitaba con las aventuras de un personaje nacido en cualquiera de las repúblicas del antiguo bloque soviético, o de un gay de Austria (léase gay y no rey...), el autor, guionista y actor en esta ocasión nos lleva de un país imaginario al Manhattan de Woody Allen. Nada más y nada menos.
Analizaremos su trabajo con un enfoque de humor en primer grado, aunque a veces lleve a segundos, terceros e incluso a cuartos. ¿Por qué las democracias se meten donde no les llaman? ¿Qué tienen que reprochar a un país, en este caso al imaginario Wadiya, en el que la autocracia impera?
¿Quién, repito quién no desearía meterse en el pellejo del almirante general Aladeen, Dios todopoderoso en un país de pacotilla, acostándose cada noche con cuatro hembras a cual más fermosa y dispuesta? Cosas peores existen que un almirante sin barcos. ¡Lo que nos corroe es la envidia!
Nos enternece que se vea obligado a exilar al científico que le construye una bomba con la punta roma, aunque quisiera degollarle que es lo suyo en esos lares. ¡Un escándalo! ¿Dónde se ha visto un cohete con pintas de supositorio por atómico que fuere?
El país imaginario de Wadiya resume ciertos rasgos que podríamos observar en la Libia del general desaparecido, en el Irán del del bigotito o en cualquiera de las monarquías petrodolíferas de Medio Oriente, con algunos rasgos de otro gran demócrata y libertino que acabó malamente en la horca, allá por Mesopotamia.
Nuestro cándido almirante general Aladeen, sin la lámpara maravillosa, se desplaza a Nueva York con su guardia personal de macizotas y un camello enjalanado. ¡Mentira todo, falacias de la propaganda! Estuvo aquí en Cannes en mayo, cenó abajo de mi casa con su barba y su casco de polo, y tengo fotos que lo testiculan. ¡En el hotel Martínez durmió con su guardia pretoriana, con el siempre excelente Ben Kingsley tan calvo como cuando fue Gandhi!
Pero volvamos al argumento y a lección de moral que se vislumbra: Aladeen descubre el mundo occidental al que se adapta a su manera sirviendo en un restaurante. Se enamora de una adicta al naturalismo con pelos en los sobacos aunque se afeitó las piernas, con la que al final... Me callo, para no violar la intriga.
Lo que no acabo de entender es que necesitó tres co-guionistas para parir este engendro, propio de un niño de ubre (omito lo de “teta” para que no se me escandalice el gentío).
Los intelectuales y los adictos a los regímenes alimenticios también quedarán satisfechos con su peculiar receta para perder peso, colgando de un cable por encima de Manhattan...
En resumen, un momento divertido en primer grado, a la fresca si es posible, con alguna frase célebre de las que darán que pensar a los que piensan y se vanaglorian.
He dicho.