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Cuando ETA anunció el cese de la violencia lo hizo por su derrota policial: "No es porque carezca de voluntad de matar, sino porque carece de medios, carece de hombres, carece de espacio para hacerlo porque la Policía y la Guardia Civil se lo han impedido", explica el historiador Gaizka Fernández Soldevilla del Centro para la Memoria de las Víctimas del Terrorismo.
Uno de los golpes de gracia a ETA fue la intercepción de una furgoneta blanca en enero de 2010 en la localidad zamorana de Bermillo de Sayago. En ella los terroristas llevaban gran cantidad material para fabricar explosivos y un fusil de francotirador que pretendían trasladar a Portugal, donde intentaban montar una base de operaciones. Con este material querían perpetrar un gran atentado en las Torres Kio de Madrid y asesinar al entonces lehendakari Patxi López con un francotirador, "es el último intento de ETA de seguir en activo".
En 2018 la banda anunció su disolución definitiva tras décadas en las que asesinó a 853 personas, 139 de ellas de Castilla y León. 378 de esas muertes aún siguen sin esclarecerse, entre ellas los crímenes de 63 castellanos y leoneses.
Diez años después de ETA ha pasado de tener más de 703 presos a los 206 actuales. Con el fin de la política de dispersión más de la cuarta parte ya está en cárceles del País Vasco. Castilla y León es la segunda comunidad con más reclusos de la banda, exactamente 37. Por otra parte, todavía hay 26 etarras huidos de la justicia con causas pendientes, como Iñaki de Juana Chaos, autor de 25 asesinatos que reside en Venezuela.
Salamanca, León y Burgos, escenarios de los atentados terroristas