Aunque puedan parecer dos mundos muy alejados, el deporte y la Semana Santa tienen más en común de lo que uno puede imaginar. "Sacrificio, entrenamiento, ensayo, compromiso…". Son algunos de los puntos comunes que, para Daniel Fernández, tienen sus dos pasiones.

Este palentino compagina los entrenamientos con el CD San Telmo y su labor en la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Madre Virgen de la Amargura, en la que toca el bombardino y es costalero. "Aquí en lugar de un capitán hay un jefe de tanda, al que hay que hacer caso. Trabajas igual de duro para un partido que para la Semana Santa".

En el caso de Vicente Caballero, su compromiso se hace aún más visible cuando entra a su cofradía con las botas de fútbol en la mano. Después de entrenar con el CD Colegios Diocesanos se va directo a los ensayos para procesionar con el Santísimo Cristo de la Ilusión del Patronato de Las Vacas de Ávila.

"Este año coincide que tenemos partido en Semana Santa. Intentaré pedirle el día al míster y que nos deje sacar al Cristo. Luego, el fin de semana, a jugar y darlo todo", explica. "No hay ese gen competidor: aquí es ‘quiero ir con mis compañeros a cargar", añade Daniel.

En León, Alejandro Vaquera también conoce bien esta dualidad. Es árbitro de baloncesto y bracero de La Soledad. "El pujar La Soledad en el encuentro el domingo por la mañana, el quitarnos el capillo a los pies de la Catedral… Se te pone el vello de punta", asegura.

Porque, pese al esfuerzo, no lo cambian por nada. Un camino que les lleva, de igual manera, a una procesión o a un partido, y que ellos recorren ansiosos, esperando cambiar el balón por los capirotes.

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