Premio Castilla y León de las Letras 2000

Díez, Luis Mateo

Ha levantado en sus novelas un mundo literario singular, que figura entre los más sugestivos de la narrativa española contemporánea

Luis Mateo Díez (Villablino, León, 1942). Premio Castilla y León de las Letras 2000. Se licenció en Derecho por la Universidad de Oviedo y es funcionario del Ayuntamiento de Madrid. Miembro del equipo fundador de la revista poética Claraboya (1963-1968), es también autor de un lejano libro de poemas (Señales de humo, 1972), de alguna ironía festiva (Parnasillo provincial de poetas apócrifos, 1975, en colaboración con Agustín Delgado y José María Merino) y de un viaje a Babia resuelto entre la geografía de la memoria y la fascinación del mito: Relato de Babia (1981).

Luis Mateo Díez ha levantado en sus novelas un mundo literario singular, que figura entre los más sugestivos de la narrativa española contemporánea. Las estaciones provinciales (1982) hace un retrato irónico e inclemente de la parda posguerra. En sus páginas están ya la pasión por el lenguaje, la preferencia por los perdedores y por los espacios desolados, la indagación verbal en las emociones y el caldo de una retranca inconfundible.

Su segunda novela, La fuente de la edad (1986), supuso la consagración. Fue distinguida con el Premio de la Crítica y con el Nacional de Literatura. La travesía por paisajes de leyenda de un puñado de disparatados cofrades extiende al territorio provincial la cartografía urbana de su estreno novelesco.

Las horas completas (1990) El expediente del náufrago (1992), Camino de perdición (1995), La mirada del alma (1996) y El paraíso de los mortales (1998) amplían este mismo universo de la provincia cenicienta, al que pone broche momentáneo Fantasmas del invierno (2004).

El prestigio de Mateo Díez ha ido creciendo en paralelo a su incesante producción. El espíritu del páramo (1996) diseña un nuevo territorio literario sobre el que se alza la pesquisa melancólica de Ismael Cuende, el protagonista de La ruina del cielo (1999). En sus páginas asistimos al oratorio espectral de una cultura vencida, a la polifonía fúnebre de la derrota. Una vez más, la maestría del narrador nos embauca tras el rastro de un tropel de visionarios con su salmodia coloquial salpicada de fogonazos líricos.

La ruina del cielo es un lapidario poblado por cientos de personajes con nombres tan extravagantes como sus tronadas peripecias, que de nuevo obtuvo el Premio de la Crítica y el Nacional de Literatura. El oscurecer (un encuentro) (2002) remata la trilogía de Celama, concebida como homenaje a las culturas rurales en extinción y reunida con leves novedades en el volumen El reino de Celama (2003).

Desde su primer libro narrativo, Memorial de hierbas (1973), Luis Mateo Díez ha cultivado regularmente el cuento —Brasas de agosto (1989) y Los males menores (1993)— y la novela corta: Apócrifo del clavel y la espina (Premio Café Gijón, 1977); Blasón de muérdago (1977); Días del desván (1997), evocación de la infancia en el valle de Laciana; El diablo meridiano (2001), El eco de las bodas (2003) y El fulgor de la pobreza (2005).

El árbol de los cuentos (2006) recopila la obra breve del autor entre 1973 y 2004. La piedra en el corazón (2006) supone un paréntesis en su habitual línea narrativa al abordar la historia de una familia lastrada por la desgracia en el contexto de un Madrid golpeado por la ferocidad del terrorismo. Miembro de la Real Academia Española, ha reflexionado sobre el oficio de escribir en El porvenir de la ficción (1992) y en Las palabras de la vida (2000).

Es miembro de la Real Academia de la Lengua Española desde 2001.

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POESÍA

  • Equipo “Claraboya”. Teoría y poemas (1971). El Bardo. En colaboración con A. Delgado, Á. Fierro y J.A. Llamas.
  • Señales de humo (1972). Provincia.
  • Parnasillo provincial de poetas apócrifos (1975). Papalaguinda. (1988). Endymion. (2004).
  • El Búho Viajero. En colaboración con A. Delgado y J. Mª Merino.

CUENTOS

  • Memorial de hierbas (1973). Magisterio Español.
  • El sueño y la herida (1987). Almarabú.
  • Brasas de agosto (1989). Alfaguara.
  • Albanito, amigo mío y otros relatos. Antología (1991). Biblioteca de El Sol.
  • Los males menores (1993). Alfaguara. (2002). Espasa Calpe.
  • Días del desván (1997). Edilesa. (1999). Alfaguara. (2000). Suma de Letras.(2001). Anaya.
  • Lunas del Caribe (2000). Anaya. Narrativa juvenil.
  • El árbol de los cuentos. Cuentos reunidos 1973-2004 (2006). Alfaguara.
  • Palabras en la nieve. Un filandón (2007). Con Juan Pedro Aparicio y José María Merino.
  • Cuentos del gallo de oro (2008). Con Juan Pedro Aparicio y José María Merino. Everest.

NOVELA

  • Apócrifo del clavel y la espina (1977). Magisterio Español. (1988). Mondadori. (1992). Alfaguara. (2001). Suma de Letras. Reúne dos novelas cortas: la que da título al volumen y Blasón de muérdago.
  • Las estaciones provinciales (1982 y 2006). Alfaguara.
  • La fuente de la edad (1986). Alfaguara. (1987). Círculo de Lectores. (1992). Espasa. (1994). RBA. (1997). Plaza & Janés. (2002). Cátedra.
  • Versión cinematográfica (1991) de Julio Sánchez Valdés con guión de Julio Llamazares.
  • Las horas completas (1990). Alfaguara. (2004). Espasa.
  • El expediente del náufrago (1992). Alfaguara. (1993). Círculo de Lectores.
  • Camino de perdición (1995). Alfaguara.
  • El espíritu del páramo (1996). Ollero & Ramos.
  • La mirada del alma (1996). Alfaguara.
  • El paraíso de los mortales (1998). Alfaguara.
  • La ruina del cielo (1999). Ollero & Ramos.
  • El diablo meridiano (2001). Alfaguara.
  • El oscurecer (un encuentro) (2002). Ollero & Ramos.
  • El reino de Celama (2003). Plaza & Janés. Reúne El espíritu del páramo,La ruina del cielo y El oscurecer.
  • El eco de las bodas (2003). Alfaguara. Novelas cortas.
  • Fantasmas del invierno (2004). Alfaguara.
  • El fulgor de la pobreza (2005). Alfaguara. Novelas cortas.
  • La gloria de los niños (2006). Alfaguara.
  • La piedra en el corazón (2006). Círculo de Lectores / Galaxia Gutenberg.
  • Los frutos de la niebla (2008). Novelas cortas. Alfaguara.

ANTOLOGÍAS

  • Las estaciones de la memoria (1999). Edilesa.
  • El pasado legendario (2000). Alfaguara. Reúne El árbol de los cuentos, Apócrifo del clavel y la espina, Relato de Babia, Brasas de agosto, Los males menores y Días del desván.

ENSAYO Y MISCELÁNEAS

  • J.A. Díez (1977). MEC. En colaboración con A. Delgado y J. Mª Merino.
  • Relato de Babia (1981). Papalaguinda. (1986). Diputación de León. (1991). Espasa. (2003). Ámbito.
  • Las cenizas del Fénix. Sabino Ordás. Recopilación de artículos de este apócrifo creado en colaboración con J.P. Aparicio y J. Mª Merino. (1985). Diputación de León. (2002). Calambur.
  • El porvenir de la ficción (1992). Caballo Griego para la Poesía. (1999). Junta de Castilla y León.
  • Valles de leyenda (1994). Edilesa. Con Florentino Agustín Díez y Antón Díez.
  • La línea del espejo. Un relato de personajes (1998). Alfaguara.
  • Vista de Celama (1999). Ollero & Ramos.
  • Las palabras de la vida (2000). Temas de Hoy.
  • Laciana: suelo y sueño (2000). Edilesa. Con Antón Díez y Manuel Rodríguez.
  • La mano del sueño (2001). Discurso de Ingreso en la RAE.
  • Balcón de piedra. Visiones de la Plaza Mayor (2001). Ollero & Ramos.
  • Las lecciones de las cosas (2004). Edilesa.
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Los papeles de Ponce de Lesco y Villafañe estaban en el viejo Consultorio de Santa Ula, en los bajos del edificio consistorial, en uno de los armarios donde los prospectos se hacinaban con los expedientes médicos y las muestras caducadas de algunos fármacos.

El viejo Consultorio hacía mucho tiempo que no se usaba, probablemente ni quedaba memoria de su uso. Era una más de aquellas dependencias sin destino en los bajos del edificio, que la creciente humedad venía condenando sin remisión.

Cibo Yebra me comunicó que, al contrario de lo previsto, el edificio municipal iba a ser rehabilitado, porque el proyecto del nuevo Ayuntamiento no acababa de convencer, y la alternativa de la rehabilitación resultaba mucho más llevadera presupuestariamente, lo que no ocultaba la habitual cortedad de miras del gobierno de Celama: ese pulso siempre a la baja a la hora de presupuestar cualquier obra o servicio.

Todos sabían que el antiguo caserón consistorial, sin otro signo de identidad que la penuria de su fealdad longeva en el centro de la Plaza de Santa Ula, no merecía el respeto que pudiera avalar una arquitectura comarcal, más o menos considerable, o la huella de lo que su historia burocrática pudiese significar en la propia historia de la Comarca y de la Villa.

Los rasgos característicos, tan pobres como honrados, de una arquitectura popular se ceñían en la Llanura a los materiales que hacían crecer la tierra sin traicionarla en su contenido, como si lo corrales y las casas fuesen protuberancias sobre la misma piel de las Hectáreas, con el adobe buscando el equilibrio de unas líneas inciertas pero tan duraderas como las de un erial envejecido. Esa arquitectura de la necesidad y la supervivencia, no impostada en la tierra sino crecida de su vientre, fabricada con el barro y la paja de su propio organismo, nacía con la solvencia del mismo cuerpo, y en el sol y la intemperie lograba la misma reciedumbre: el destello o la opacidad del yermo que, según las estaciones, convierte a Celama en la herrumbrosa planicie que brilla o se oscurece con el golpe del metal muerto.

El viejo caserón se sustentaba en las piedras sillares, y el prestigio de la piedra de sus muros, más allá de las maltrechas mamposterías y la horadada techumbre de tejas sueltas y roñosas, decidió al no menos roñoso gobierno local de turno, que en las cábalas presupuestarias percibió un ahorro un tanto irreal, como no mucho después demostrarían las obras de rehabilitación y acondicionamiento.

La ruina del cielo.