El director David O. Russell siempre me gustó por su apellido. Como el de Bertrand (Russell), que admiro, y como el protagonista de mi última novela (Jack Russell), que aparecerá en breve.

Ha sido candidato al Óscar y al Globo de Oro como mejor director precisamente por 'The Fighter' ('El Luchador'), su película más taquillera. Su éxito y sus nominaciones son para mí un misterio tan insondable como la multiplicación de panes y pescaítos. ¿Quizá un milagro? Será, pero de todos es sabido que los Milagros son en Londres, como la comedia de José Bellido en la que trabajó mi mami.

¿Entonces? ¿La razón del éxito popular y de la consideración de sus pares? Al ver la película por segunda vez iluminado quedé, hasta casi tuerto. ¡Claro! ¡Americanos…! Como la canción que está de moda. Son cosas que solamente entienden los que desayunan huevos fritos con bacon en lugar de café con leche. ¡Nada de bollería allende el mar de los sargazos, ni churros, ni porras, ni siquiera chocolate! Dunque (de ahí que…).

Autocondenado a la incomprensión más absoluta, no me quedó otro remedio que buscarle la 'gracia' a la peli por donde hubiere, hasta que di con ella. ¡Los actores, por supuesto! Los sufridos lectores que siguieron mis comentarios en las últimas semanas habrán notado que siento por ellos una debilidad especial. Será cosa de los genes…

Veamos: Mark Wahlberg (Micky Ward en la peli), estuvo excelente y exacto en un papel en el que el exceso era un riesgo. Christian Bale (Dicky Eklund) brilló por encima de todos. Sincero, humano, emocionante, me encantó con su trabajo. La bella Amy Adams (Charlene Fleming) cumplió su tarea con honradez, conmoviendo en una escena con el precintado Bale. Además, apareció en braguitas y sujetador muy sugestivos, lo que siempre se agradece. Melissa Leo (Alice Ward) interpretó de maravilla a esa suegra que detestamos tantos, culpable de pesadillas de esposos: invasiva, repelente, dominadora y castradora, con dos maridos y diez hijos. Milagros del estupro, pienso…

Hablemos del guión ahora, obra de Scott Silver, Paul Tamasy y Eric Johnson, basado en un argumento de una decena de personas, e inspirado en la vida real del boxeador Micky Ward. ¡Cuántos para tan poco! Insípido, estereotipado, nada nuevo bajo el sol con un argumento trillado hasta el agotamiento. Reconozco humildemente que para ser boxeador se necesita mucho arrojo. Vale. ¿Y después? Ilustres boxeadores conocemos unos cuantos. ¿Su vida merecía una peli? Habrá que creer que más de uno lo pensó y llevó la mano al talonario…

Para no dar tanto palo, considero que la personalidad de Micky Ward fue un ejemplo entre sus pares. Fiel a los suyos, valiente, combatió sin odio y con respeto hacia sus adversarios. Después entrenó a debutantes, transmitiendo ese saber que había adquirido hartándose de recibir golpes. Un tipo bien y al que admiro.

El resto, la fotografía, iluminación, decorados, vestuario y maquillaje, justitos y al toque. El más conseguido fue el perro.