La fiesta recuerda el milagro de la ostia consagrada que no ardió en la antigua sinagoga en 1410. Como desagravio, las catorce parroquias que tenía entonces la ciudad se fueron sucediendo en la celebración año tras año. Hoy algunas han desaparecido y otras no tienen culto, como la de San Juan de los Caballeros, a la que tocaría el turno este año. Asume la fiesta la del Cristo-Santa Teresa, con actos litúrgicos e iniciativas sociales y culturales.