La noche se vuelve cómplice de Castilla en una de las procesiones penitenciales más solemnes y templadas. Porque la que sale de la Iglesia de la Magdalena es una estación de sonidos.
Su patronato, el de la Purísima Concepción y Ánimas del purgatorio, rememora en su camino la concordia con la Vera Cruz. Son las dos cofradías que asistían a los presos condenados a muerte en sus últimas horas. Por este motivo, las sargas y terciopelos morados salen a su encuentro.
Con el profundo respeto de los abulenses en medio de las angostas calles, la Magdalena avanza al ritmo de las apoyaderas en el adoquín.
Amicus meus es la voz que pide misericordia para el penitente. La madrugada cae y la Vera Cruz despide a la Magdalena.