Esta semana conoceremos una cara de Valladolid de extraordinario valor cultural, histórico y artístico, pero menos conocida. Se trata de los impresionantes ejemplos de arte mozárabe de la iglesia de Santa María de la O, en Wamba, célebre por su impactante osario, y a pocos kilómetros, San Cipriano, en San Cebrián de Mazote. Dos magníficos templos donde el aire fluye entre los arcos de herradura y las bellísimas columnas que sujetan la techumbre. En la Santa Espina, el viejo monasterio cisterciense sigue cumpliendo una finalidad social, formando generaciones de nuevos agricultores y ganaderos y siendo el solar del museo del ayer y el espacio donde vuelan las mariposas. Seguimos mencionando destinos y argumentos turístico-culturales de Valladolid. La villa murada de Urueña, el solar de Joaquín Díaz, de su centro etnográfico, la villa del libro y de los museos. Y una sorpresa para todos extramuros: la bellísima ermita de la Anunciada, un ejemplar único del románico pirenaico. Un elemento más que se suma a estas teselas del mosaico vallisoletano es el apunte de los comuneros y del castillo de Torrelobatón, donde nos cuentan la última noche de los capitanes… Hoy, todo esto tiene un hilo conductor. Una historia real, documentada, fiel al hecho histórico, que ha trascendido al cine y a la literatura. Hablamos de Jeromín, de Juan de Austria, el hermano bastardo del rey más poderoso de la tierra, Felipe II, cuyos pasos seguimos en esta ruta que incluye a Villagarcía de Campos y a su museo colegiata de San Luis. Pocos saben que allí creció el que fuera el héroe de la batalla de Lepanto. Hemos quedado en Villagarcía, en el epicentro sentimental de Jeromín, con representantes de todos estos lugares que cambian esa imagen reiterativa de un Valladolid capitalino, gastronómico, y una provincia donde el Duero y sus vinos eclipsan la imagen turística.