El valle del Esgueva logra mantenerse en un paisaje cultural sin apenas alteraciones, al menos, en una buena parte de su recorrido que, en la provincia, partiendo de Encinas de Esgueva, desemboca en el Pisuerga buceando tras el asfalto de la ciudad. Este espacio geográfico tiene una peculiaridad y es que mantiene una estampa serena, apacible, donde los cultivos se alternan con las manchas de bosque bajo y sobre los ondulados cerros, donde la encina se yergue como verdadero árbol emblemático de todo el valle cerrateño. Y es que el valle del Esgueva esconde elementos tan destacados como los castillos de Villafuerte y de Encinas, poblaciones mimetizadas en el paisaje rural junto a sus barrios de bodegas. Y siempre, siempre, el río, escoltado por las hileras de chopos que han subsistido, porque el Esgueva es el hilo conductor de unas gentes que habitan en los pueblos que se alzaron a sus orillas.