Bonilla de La Sierra, villa declarada conjunto histórico monumental, es “el asombro del viajero”.
En su término municipal, que se prolonga extrañamente hacia el norte hasta limitar con Pascualcobo, se encuentran las localidades de Cabezas de Bonilla y Pajarejos. Entre los tres pueblos suman 150 habitantes.
De origen medieval, la villa fue desde el año 1224, en que el papa Honorio III se la concedió al obispo de Ávila, cabeza de un señorío eclesiástico, perteneciente a los obispos abulenses.
Aquí residieron durante mucho tiempo algunos de ellos; aquí se celebró, en julio de 1384, el sínodo presidido por el obispo Diego de los Roeles, en que se aprobaron las Constituciones sinodales del obispado; aquí escribió y murió el obispo Alonso de Madrigal “El Tostado”.
Aún sigue siendo una villa de aspecto medieval con edificaciones de entramado, soportales, fachadas de mampostería de diversa configuración y una estructura urbana que yuxtapone una trama reticular y otra radiocéntrica.
Está rodeada por una muralla, las plazas convergen en una plaza porticada, al lado está la fortaleza, el rollo de jurisdicción y una iglesia monumental.
La plaza está delimitada por casas cuyas fachadas presentan el característico entramado castellano y pies derechos que sostienen soportales corridos.
La iglesia y colegiata de San Martín, construida en sillería de granito, destaca por la armonía, la proporción, la sobria elegancia y la sencillez en la decoración, los recios estribos con bolas en los pináculos, las rústicas gárgolas con figuras humanas y de animales y la crestería que corona los muros.
Situado en una hermosa zona de prados naturales se encuentran dos rincones de belleza entrañable: el antiguo lavadero, donde se esquilaban y lavaban las lanas de las merinas que subían en el mes de junio de Extremadura; y el molino de la Fuente del Corcho.