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Salimos de Aranda de Duero en dirección a Roa de Duero buscando las instalaciones de la bodega PradoRey. Apenas a 12 kilómetros por la carretera de Palencia (CL 619), descubrimos un mar de viñas en las márgenes del río Duero que nos llamó la atención por su gran extensión. Habíamos oído que la finca que acogía esta producción vitivinícola era grande pero no fuimos conscientes de su potencial hasta que nos plantamos allí: en el Real Sitio de la Ventosilla.
¿Sabéis por qué llaman a este paraje La Ventosilla? Por la suavidad de los aires que corren permanentemente en esta zona.
Durante siglos, el río Duero ha bañado siete kilómetros de estas tierras que se reparten entre viñedos, montes de encinas y enebros, cultivos, explotaciones ganaderas y hasta una central eléctrica que abastece a la finca. Todo un privilegio de más de 3.000 hectáreas del que han disfrutado desde el siglo XII y hasta principios el siglo XX reyes y nobles.
Isabel la Católica, su descubridora
En 1503, estos terrenos, destinados entonces a la caza de corzos, jabalíes y hasta lobos, fueron adquiridos por la reina Isabel la Católica. Pagó por ellos poco más de dos millones de maravedís al conde de Ribadeo. Tras el fallecimiento de Isabel y un intento fallido de venta al señor de Peñaranda de Duero, las tierras pasaron a ser propiedad de Felipe I el Hermoso, de Fernando el Católico y, posteriormente, del emperador Carlos I. En 1521, Carlos I donó la finca al II Marqués de Denia y, ya en 1600, su descendiente, el Duque de Lerma, la destinó a la agricultura y la ganadería.

Fue en manos de Don Francisco de Rojas y Sandoval, Duque de Lerma, cuando la finca alcanzó su mayor popularidad. El duque hizo construir un palacete en piedra de sillería e inspiración herreriana para agasajar al rey Felipe III y a toda su corte. En sus bosques, cuya existencia se documenta desde la Edad Media, se dedicaron a cazar, a jugar a las cartas y a disfrutar de las artes. El dramaturgo Lope de Vega se trasladó a la Ventosilla en 1613 con toda la comitiva real y hasta el mismísimo Rubens, reconocido pintor del barroco flamenco, acudió con sus pinceles a los jardines de este Real Sitio para retratar al Duque de Lerma.
Cuentan las crónicas que, durante la Primera Guerra Carlista en 1833, el guerrillero conocido como ‘Cura Merino’ concentró en estos terrenos al numeroso ejército que marchó sobre Burgos.
La finca pasó de unas manos a otras y ya en el año 1850, su propietario, el duque de Medinaceli, se la vendió a Don Fermín de Lasala Urbieta quien, a su vez, la donó a la Diputación Foral de Gipúzcoa. En 1920, la familia Velasco Martín compró el terreno e impulsó su explotación mixta. Por un lado, con ganadería láctea, que dio lugar a una marca propia y a la distribución para la conocida Pascual. Y, por otro, con cultivos diversos destacando las 200 hectáreas destinadas a viñedos.

La Ventosilla vio nacer la leche desnatada
Desde sus inicios esta vaquería fue un modelo a seguir por su innovación y como tal la reconoció el rey Alfonso XIII. En 1923, se importaron vacas de los Estados Unidos y se construyeron modernas instalaciones para obtener, ya en la década de los años 40, leche desnatada, leche en polvo y mantequilla. Algunas tesis doctorales apuntan que fue en esta explotación donde se elaboró por primera vez una variedad tan amplia de leche: natural, cuarto desnatada, medio desnatada y desnatada. Este y otro hito, el primer laboreo eléctrico de España, forman parte la legendaria historia de La Ventosilla.
Actualmente, esta graja agropecuaria cuenta con 800 vacas de raza frisona y destaca por ser una de las pocas certificadas con el estándar de calidad estadounidense PMO, que se renueva trimestralmente.
Su propia presa en el río Duero
La finca es autosuficiente energéticamente. La presa hidroeléctrica ‘La Recorba’ se construyó en 1921 sobre los restos de una anterior que fue destruida por la mayor crecida de la historia del río Duero. A día de hoy, la presa sigue en funcionamiento para regar los diferentes cultivos de la finca. A esta fuente de energía se suma la de un huerto de energía solar de tres hectáreas que lleva en funcionamiento desde el año 2006.

En 1989, Javier Cremades de Adaro, ingeniero agrónomo y un enamorado del campo, se hizo con la finca para cumplir un sueño: tener su propio viñedo. Plantó 520 hectáreas de viñedo divididas en siete pagos y en 1996, lanzó la primera cosecha de vino tinto y rosado bajo la marca PradoRey y el auspicio de la denominación de origen Ribera del Duero.
Si os animáis a visitar el Real Sitio de la Ventosilla os recomendamos dejar el coche en La Posada y recorrer a pie los dos kilómetros entre viñedos que la separan de las instalaciones de la bodega. Es un paseo agradable que os servirá para haceros una idea de las características de sus enormes pagos.
A día de hoy, el palacete del Duque de Lerma ha sido convertido el Posada Real manteniendo casi intacta su arquitectura cortesana. Dieciocho habitaciones están abiertas al público para disfrutar de modernas instalaciones deportivas, jornadas de teatro barroco, una pensada gastronomía y visitas guiadas a la bodega. Nosotros pasamos allí un día estupendo de camino a Valladolid.