Adherentes, con uñas, ganchos, rojas, peludas, con uno o cinco dedos, con huellas, capaces de avanzar por el filo de una cuchilla sin cortarse o por un vidrio al revés sin caerse son algunas de las 26 singulares patas que ilustran la huella evolutiva en la muestra que acoge el Museo de la Ciencia de Valladolid.
Detrás del objetivo está el fotógrafo naturalista Ingo Arndt y tres meses de trabajo en los que, por encargo de la revista Geo, recorrió 10.000 kilómetros por zoológicos y terrarios de Suiza, Alemania, Austria y Namibia, donde captó 5.400 imágenes de patas que han dado para publicaciones y varias muestras, entre ellas la de Valladolid, que llega con el patrocinio de la obra social de La Caixa.
Ganador del Word Press Photo en 2005, las "Patas, huellas de la evolución" del fotógrafo alemán, son "de extraordinaria belleza", suponen una excusa para "hablar de biodiversidad" y de las "estrategias animales" para poderse adaptar, y evidencian "que la naturaleza todavía saca una gran ventaja tecnológica a los seres humanos", en palabras del comisario de la muestra, Daniel Jiménez.
Los dedos de algunos "gecos" o dragones con capaces de aguantar 140 kilos merced a los cojinetes adherentes divididos en escamas, y podrían "caminar al revés por un vidrio sin caerse", mientras que un caracol podría avanzar por una cuchilla sin cortarse, ha referido Jiménez.
Ilustran también la evolución animal y responden a por qué la mayoría de los animales y los seres humanos tienen cinco dedos.
La razón hay que buscarla viajando atrás en el tiempo, en los fósiles de los peces, en esas aletas que al salir fuera del agua se convierten en patas, con ocho dedos que evolucionaron a cinco "por razones prácticas", ha explicado el comisario.
Con un paseo por la muestra de fotos en fondo negro y hechas desde abajo, los retratos de patas hablan de sus funciones y adaptaciones para correr, saltar, cavar, columpiarse e incluso limpiarse.
Es el caso de uno de los dedos del canguro, inútil para el salto y que tiene un uso "limpiador de parásitos" o las almohadillas de los leopardos que les permiten avanzar sin hacer ruido, las patas como palas de los topos para cavar, o esas huellas en primates, que comparten sólo con los hombres y que tienen como fin "no caerse, poderse enganchar mejor", igual que funcionan las ruedas de los coches.
Las patas cortas con ganchos de la oruga de la mariposa de la calavera, la garra en forma de espina de las boas, los dos dedos de la veloz avestruz, los cortos e integrados de la tortuga, las zarpas de 10 centímetros del tigre siberiano o la planta de hasta un metro cuadrado del elefante permiten ese recorrido por la evolución de millones de años.
La directora del Museo de la Ciencia, Inés Rodríguez, ha destacado que la exposición permite enlazar el año de la evolución con el de la biodiversidad, y ha coincidido con la concejala de Cultura, Mercedes Cantalapiedra, en elogiar la belleza de las fotografías.