Lucía Rodil / rtvcyl
Porque los aromas no se dejan escapar: un laberinto de conductos -oficialmente un sistema llamado 'aroma recovery'- los atrapa y los devuelve al producto una vez elaborado. Más preguntas. El café molido y el café soluble se parecen en su aspecto pero se distinguen en su comportamiento: uno ha de pasar por la cafetera para convertirse en café líquido, en infusión, mientras que al otro le basta con caer sobre agua o leche para disolverse en segundos y convertirse más o menos en lo mismo.
Esto es obvio, pero ¿se han preguntado alguna vez cómo se consigue eso? Pues es complejo en términos industriales pero sencillo si lo traducimos a un par de ideas generales: el café soluble no tiene que pasar por la cafetera porque ya lo ha hecho antes. En eso consiste: es un café al que se le ha quitado el agua.
Lo hemos visto en una de las pocas fábricas que se dedican a elaborar este producto no sólo en España sino en el mundo: se llama Prosol y está en Venta de Baños.
Vende diez millones de tazas de café cada día, aquí y en otros 21 países... desde Francia o Portugal hasta Japón o Australia.
¿Y se han preguntado alguna vez cómo se consigue conservar el aroma en ese café? ¿Y cómo se le quita la cafeína? ¿Y qué tipo de café nos gusta más en nuestro país? ¿Y cómo es posible que, a pesar de tener un complejo proceso de elaboración, el soluble sea más barato que el café molido del que procede? Son algunas de las preguntas que le hemos hecho a la empresa de la semana en Made in Castilla y León.