PRIMARIAS | Partido Popular de Castilla y León

Fernández Mañueco: de guardagujas a maquinista del PPCyL

Se afilió con 18 años y ahora deberá asumir el liderazgo de una formación que lo ha ganado todo

L.M.Torres/ ICAL

"Mi próxima estación también es Castilla y León". Con esta contundencia, un recién elegido secretario autonómico del PP rechazaba de plano en 2002 la posibilidad de continuar en el medio plazo su carrera en la política nacional. Alfonso Fernández Mañueco (Salamanca, 1965) circulaba entonces a contracorriente en un momento en que la aspiración máxima de muchos políticos 'populares' de esta tierra era seguir los pasos de Lucas o Merino e instalarse en el Gobierno… aunque fuera de ministro de Marina, según expresión muy celebrada de uno de ellos. "Ni a corto, ni a medio y creo que ni a largo plazo, me planteo algo así", señaló en ese 2002 en el que se ocupó de coordinar y dar fluidez al siempre complicado tráfico interno de un partido menos disciplinado de lo que aparenta, como es el PP de Castilla y León.

Desde ese año, este licenciado en Derecho por la Universidad de Salamanca, casado y con dos niñas, se hizo cargo del sistema de guardagujas del PP en la Comunidad, con un Juan Vicente Herrera como recién estrenado maquinista. Sin embargo, cuando llegó a la estación autonómica ya había demostrado, con creces, que sabía cómo dirigir la circulación en una organización, como la de los 'populares' charros que llevaban años noqueados por el descarrilamiento de la Diputación. -En 1991 un tránsfuga del PP se hace la presidencia con el apoyo de toda la oposición frente al candidato oficial y en 1996 el popular Gonzalo Sáiz renuncia tras sólo un año al frente de la institución- y en línea continua de colisión. A ello le ayudó su carácter templado, su serenidad ante las dificultades, su capacidad de diálogo y un conocimiento de las vericuetos por los que transcurre la política que aprendió de pequeño, viendo cómo se manejaba su padre, el también regidor salmantino Marcelo Fernández Nieto; que pudo aplicar cuando en poco más de 18 años fundó la primera asociación de estudiantes de Castilla y León en la Universidad de Salamanca, y de la que se doctoró el tiempo en que estuvo de asesor del Grupo Popular en el Consistorio charro (1991-1995), entonces en la oposición.

Esta capacidad para manejar tráficos complicados se pondría a prueba a partir de 1993 cuando accedió a la secretaría general de los populares salmantinos enfrascados en una profunda crisis en el sentido gramsciano del término, un tiempo en que lo nuevo no acababa de nacer y lo viejo no terminaba de morir.

Desde ahí pilota una renovación profunda del PP de esta provincia que obtiene el respaldo de las urnas en 1995 con la llegada de Julián Lanzarote -entonces renovador- a la Alcaldía de la capital y la entrada del propio Fernández Mañueco como concejal, si bien con un trabajo más volcado en la diputación. Al año siguiente, el más joven de los diputados provinciales (28 años) era elegido presidente de la institución no sin recelo de quienes se veían con más galones para llevar la máquina provincial.

Era la primera estación importante para la carrera de una persona que disfruta de la política, como Garci del cine: de forma academicista, deteniéndose en cada plano, secuencia y recoveco hasta el preciosismo, con emociones contenidas, pero resolutivo. Quizá por ello, no tardó en estar en las quinielas para la administración autonómica, incluso en la etapa de Juan José Lucas. Ese salto, como si fuera una secuencia lógica o una estación más de su recorrido, llegaría en 2001 de la mano de Herrera, primero como consejero de Presidencia y al año siguiente como número dos de un partido que él mismo reconocía entonces carecía de una coordinación adecuada, acentuada además por un periodo de bicefalia en el PP, aún en manos de Juan José Lucas, y el Gobierno, que pilotaba Juan Vicente Herrera.

Desde la secretaría general tuvo que impulsar nuevamente una renovación de un partido profundamente enraizado aún en los equipos que trabajaron ya con José María Aznar y sujetar una formación en el que los intentos de fortalecer proyectos regionales estiraban las costuras de las organizaciones provinciales, ya de por sí tensionadas a veces por un discurso más avanzado en lo social de lo acostumbrado por el PP y en el que los conflictos que iban surgiendo con los dirigentes nacionales han ido creciendo.

Pese a todo, hay que contar en su haber con la solidez generalizada de los resultados electorales del PP en toda la Comunidad, con mayorías que han ido creciendo hasta que en 2015, los populares perdieron pie en los comicios autonómicos y en la mayoría de los ayuntamientos principales. Volver a la vía de las mayorías absolutas será, seguro, uno de los principales retos del nuevo presidente.

El siguiente apeadero de la carrera política pasa otra vez por Salamanca. En 2011, la necesidad de renovar la candidatura al Ayuntamiento de la capital, minada por una gestión muy personalista y altisonante de Julián Lanzarote, y un cierto distanciamiento ya con las políticas de la Junta le llevan a su tierra, esta vez, como alcalde, aunque ya con la sustitución de Herrera en un horizonte que nadie adivinaba que fuera a ser tan lejano. Pese a las dudas, Fernández Mañueco revalida su condición de número dos y suma a su currículum de méritos este paso por la política municipal, muy del gusto de quienes defienden un PP con más vis política.

Unos años antes, en 2007, recibe un nuevo encargo como guardagujas, esta vez, en el ámbito nacional, al ser elegido presidente del Comité de Conflictos y Garantías, en teoría, un premio y un lugar apacible para contemplar la política más alta sin demasiados sobresaltos y labrarse una agenda enviadiable de contactos internos para lo que pudiera pasar. Sin embargo, como en una de las tramas propias de la novela histórica, de la que es aficionado, pronto la placidez se convirtió en borrasca y tuvo que adoptar el papel de ejecutor de la era aznarista en forma de expedientes y destituciones de un buen número de dirigentes que encarnaron esa época.

Lo hizo con la limpieza y contundencia de los goles de Raúl en su Real Madrid, su otra gran pasión con la política, y al que sigue por los campos de España y de Europa casi tanto como a Mariano Rajoy. Aunque cuando él jugo al fútbol lo hizo de portero, del delantero madrileño, valora su espíritu de lucha -como él no da un balón por perdido- y el amor por los colores -se afilió con 18 años en la época de Fraga- y, ahora, como el mítico 7 deberá asumir el liderazgo de una formación que, como la 'Quinta del Buitre', lo ha ganado todo. Hoy se ha visto que los afiliados quieren que vuelva a la estación de Castilla y León, de la que nunca se fue, pero ahora para dejar de dirigir el tráfico y ponerse a conducir la máquina.