Delibes corta su hoja roja

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El librillo de la vida de Miguel Delibes llegó a su hoja roja. Lo hizo mientras estaba rodeado de los suyos. Se ha ido el contador de las historias de Castilla y León pero nos deja la sombra alargada de su obra, un camino por el que han transitado muchos lectores y jóvenes escritores y que se ha extendido por muchas de las lenguas del mundo.

Sin embargo no era el idolatrado hijo de los Nobel, que le negaron su reconocimiento. Era un cazador que contaba sus historias en un diario, que le consagró como una de las grandes figuras del periodismo, el norte de una época.

Era un inocente que recogía santamente el tesoro universal del vocabulario rural que expresa los sentimientos eternos, que se recogen en las antiguas historias y que son también el lenguaje las ratas. Con o sin madera de héroe supo como nadie hablar cinco horas con Mario, disputar el voto al señor Cayo mientras contaba las guerras de nuestros antepasados, algunos de ellos herejes.

Su marcha deja un gran vacío, cierra una época. La perdiz roja le echará de menos en la estepa meseteña, le buscará a través de los rastrojos pero su escopeta está descargada y su canana cuelga de la pared. Se preguntará como lo hizo el propio Miguel junto a su hijo Miguel “La tierra herida: ¿qué mundo heredarán nuestros hijos?”. Al menos su huérfanos heredarán, heredaremos sus obras. Para siempre.