El fuego de Castrocontrigo se ha llevado consigo ya un incipiente modo de vida. La localidad de unos 300 habitantes había encontrado en la resina un sector en auge del que vivían una docena de familias, y que iba a crecer en los próximos años. Ahora, con 8000 hectáreas de pino calcinadas solo en este municipio, se hacen a la idea de buscar otro futuro.

Hace tres años que Castrocontrigo encontró un camino hacia el futuro, escondido en los troncos de los árboles que les rodeaban, y que ahora se encuentran calcinados. José Manuel fue uno de los pioneros, y es de los que más ha perdido. Segundo tenía ya recogidos 3000 kilos de resina y los ha perdido. Santiago, hijo y nieto de resineros, también se ha quedado sin nada.

Son tres ejemplos de cómo unas horas de incendio acaban con años de esfuerzo, con jornadas interminables en los bosques recolectando un plan de vida que se convierte en cenizas. "El domingo estábamos echando la partida, y por la noche no teníamos nada", comenta José Manuel. "Habrá que mirar si hay otro plan de vida por otro lado", lamenta Segundo.

Como mínimo, dos generaciones pasarán antes de que estos bosques recuperen su esplendor. Y eso que cuentan con una ventaja, no necesitan replantarse, sino que se regeneran. "Hay que quitar la madera, esperar que vengan las lluvias, y después esperar que la naturaleza actúe", explica Aureliano Fernández, Alcalde de Castrocontrigo.

La resina se vendía a Coca, en Segovia, para elaborar desde aguarrás a pinturas. Se pierde este recurso como se pierde la caza, las setas o el turismo. El municipio quiere salir adelante, pero ahora sucumbe ante un enemigo implacable.