Pocos encuentros podemos tener el último día del año menos agradable en el pequeño municipio de la Nava de Francia. “El Perrero” felicita el año nuevo a golpe de látigo. Es una de las más peculiares tradiciones de la nochevieja en lo que muchos etnógrafos ven la pervivencia de un antiguo rito para atraer la fertilidad de los campos.
Ser “Perrero” es desde luego cansado y no muy cómodo. Hay que llevar esta incómoda saya, un collar de madera de roble y un cencerro. A pesar de todo, nunca faltan voluntarios.
Antes de perseguir con su látigo a los asistentes, el Perrero ha visitado en la alborada las casas de los vecinos recibiendo distintos regalos que luego entregará a la iglesia. Lo hace acompañado por el sonido de la gaita y el tamboril. El peculiar cortejo lo completan además mayordomos, alguaciles y monaguillos.
Una tradición que goza de muy buena salud y que garantiza que seguirá habiendo por mucho tiempo carreras delante del Perrero, de cuya ira no se libra nadie.