El pueblo nació al lado de un camino, era una calle y al lado surgieron posadas para atender a los transeúntes que, con la trashumancia y la arriería, pasaban continuamente. Las cuevas se construyeron ante la necesidad de conservar los productos durante todo el año. En invierno, con el puerto nevado, era imposible acceder a la sierra para cambiar el aceite o el vino por el grano o las patatas (trueque). Era una economía de autoabastecimiento y eso hacía necesario conservar víveres para todo el año, el maíz, los pimientos, los ajos, etc., se enristraban y se secaban para evitar que se pudriesen.
Las casas se construían con los materiales que hay en el entorno: piedra (granito), madera y adobe para hacer ladrillos. La planta baja de piedra para dar solidez a la casa, la primera planta entramada de madera y adobe o ladrillo y el “sobrao” o desván hecho con madera y cubiertos de teja cerámica árabe. Ventanas pequeñas porque hace frío y chimeneas grandes para calentar la vivienda…
Entre los monumentos de Cuevas del Valle destaca la Ermita de la Virgen, que acoge la imagen de la patrona del pueblo, la Virgen de las Angustias; la ermita de San Antonio, que alberga al patrón de los animales y cuenta con un retablo mudéjar de ladrillo; o la Iglesia de Nuestra Señora de la Natividad, con importantes imágenes como una Inmaculada de la escuela de Gregorio Fernández.
La localidad cuenta también con una calzada romana construida entre los siglos I y II a.C., que todavía hoy se utiliza para la trashumancia.
En el entorno del río, el propietario de un restaurante de la localidad ha creado un “Bosque Encantado”, un pequeño jardín botánico en el que todas las especies vegetales están acompañadas de un cartel con su nombre.
Actualmente, el Ayuntamiento organiza una carrera el primer fin de semana de agosto con 500 metros de desnivel positivo que ha llegado a congregar 400 participantes de edades entre los 4 y los 80 años. En 2022 será su 15.ª edición.