CORONAVIRUS

Vivimos en una normalidad que no tiene nada de normal

Todavía no hemos cumplidos dos meses de la llamada nueva normalidad y los brotes cada vez son más numerosos. Hemos vuelto a las calles pero nuestras vidas han cambiado.

Hacemos colas para todo, imposible acudir a un lugar sin cita previa. Hemos aprendido a esperar y en esa dulce espera nos incomoda que alguien se acerque demasiado. Ya no nos sentamos en una terraza si no ha pasado una escrupulosa desinfección. Y ahora nos encontramos abiertas todas las puertas.

En el exterior mantenemos nuestras conversaciones en las que por cierto ultimamente siempre hablamos de lo mismo. Nuestra vida ha dado un giro sobre todo en los hábitos.

Los besos y los abrazos se han esfumado, aunque de vez en cuando vemos algún que otro gesto furtivo de cariño.  Convivimos con la improvisación y hemos aprendido a decir adiós a nuestros planes.

Pero siempre hay quien sabe ver nuevas oportunidades aprovechando una de las habilidades del ser humano: la capacidad de adaptación.