Julio Llamazares (Vegamián, León, 1955). Estudió Derecho antes de instalarse en Madrid, ciudad a la que se trasladó para dedicarse al periodismo. Se estrenó como poeta en la órbita de Gamoneda, con dos libros que anticipan muchas de las señales que cercan su territorio narrativo: La lentitud de los bueyes (1979, Premio González de Lama) y Memoria de la nieve (1982, Premio Jorge Guillén).
Luego publicó el relato costumbrista de El entierro de Genarín (1981). Compaginó con acierto durante años su trabajo como periodista con su labor de escritor. Su obra narrativa la forman las novelas Luna de lobos (1985), sobre la resistencia y el desánimo de una partida guerrillera; La lluvia amarilla (1988), que recoge la salmodia melancólica del último habitante de un pueblo pirenaico; y Escenas de cine mudo (1994), novela cuya apariencia autobiográfica es más evidente que en las anteriores: un niño llamado Julio repasa a través de treinta fotografías (una por capítulo) su infancia en un pueblo minero.
Su literatura está marcada por el ámbito rural en que nació y la nostalgia del paisaje se ve acentuada por el hecho de que su pueblo fuera sepultado bajo las aguas de un pantano (que, por cierto, fue construido por quien sería uno de sus maestros literarios, Juan Benet). Aunque las anécdotas y los escenarios varíen, sus ficciones se mecen en torno a una escueta baraja de motivos: la soledad como espacio donde reina la memoria; los acosos y atropellos al individuo; y la apología de los resistentes al toque de retirada.
La relación de Julio Llamazares con el cine va camino de ser algo más que anecdótica. En 1984, escribió y protagonizó Retrato de bañista, uno de los episodios de la película El Filandón, dirigida por José María Martín Sarmiento. Tres años más tarde, el director Julio Sánchez Valdés contó con su colaboración para llevar a la pantalla su novela Luna de lobos. En 1995, escribió el guión de El techo del mundo, que dirigió Felipe Vega. Y en 1999 colaboró con Iciar Bollain en el guión de Flores de otro mundo. Ha codirigido, junto a Felipe Vega, Elogio de la distancia (2009), que radiografía el ámbito rural de Fonsagrada, en el corazón de la provincia de Lugo.
Amplían el catálogo tres libros de viajes: El río del olvido (1990), que recorre a pie el curso del Curueño; Tras-os-Montes (1998), que hace la ruta rodada de esta comarca portuguesa; y Cuaderno del Duero (1999). Los viajeros de Madrid (1998) recoge los artículos que había publicado en el periódico “Villa de Madrid” durante la década de 1980. El autor eligió este título tomando como referencia la expresión francesa que define la luz indecisa del atardecer, cuando el sol ya se ha ocultado pero la noche no se ha adueñado todavía de la tierra. El autor dice sentirse así como hombre y escritor, a medio camino entre la domesticación y la libertad.
Tras un silencio narrativo de más de diez años, en 2005 publicó El cielo de Madrid, retrato generacional agridulce con ecos autobiográficos. Hace algunos años que trabaja en un libro sobre las 74 catedrales de España.
En 2008 apareció Las rosas de piedra, el primer volumen de una ambiciosa colec-ción que quiere ser un recorrido por todas las catedrales de España. El libro es fruto de seis años de viajes por 45 catedrales. Según ha reconocido Llamazares, con esta obra sigue la estela de los antiguos viajeros “aquellos que iban buscando la magia que el mundo ofrece a los que lo andan”.
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NARRATIVA
- Luna de lobos (1985). Círculo de Lectores. (1997). Seix Barral.
- La lluvia amarilla (1988). Seix Barral. (1996). Planeta. (1997). Seix Barral.
- Escenas de cine mudo (1994). Seix Barral. (2006). Alfaguara.
- En mitad de ninguna parte (1995). Ollero y Ramos. Cuentos.
- Tres historias verdaderas (1998). Ollero y Ramos. Cuentos.
- El cielo de Madrid (2005). Alfaguara.
POESÍA
- La lentitud de los bueyes (1979). Diputación de León. (1997). Hiperión.
- Memoria de la nieve (1982). Consejo General de Castilla y León.
- Hiperión. (1999) Consejo General de Castilla y León.
- Julio Llamazares. Antología y voz (2007). El Búho viajero. Audiolibro.
- Versos y ortigas: poesía 1973-2008 (2009). Hiperión.
ENSAYO Y VIAJES
- El entierro de Genarín (1981). Ediciones del Teleno. (1984). Ayuso.
(1988).
- Endymion. (1996). Ediciones B.
- El río del olvido (1990). Editorial Seix Barral.
- Libro de viajes.(2006). Alfaguara.
- En Babia (1991). Seix Barral. Artículos, reportajes, relatos.
- Nadie escucha (1995). Alfaguara.
- Trás-os-Montes: (un viaje portugués) (1998). Alfaguara.
- Libro de viajes.
Los viajeros de Madrid (1998). Ollero y Ramos.
- Cuaderno del Duero (1999). Edilesa.
- Cristina García Rodero: historia de una pasión (2000). La Fábrica.
- Modernos y elegantes (2006). A. Asppan. Artículos.
- Antología y Voz; El Búho Viajero (2007)Audiolibro.
- Entre perro y lobo (2008). Articulos de prensa.
- Las rosas de piedra (2008). Alfaguara.
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Cuando lleguen al alto de Sobrepuerto, estará, seguramente, comenzando a anochecer. Sombras espesas avanzarán como olas por las montañas y el sol, turbio y deshecho, lleno de sangre, se arrastrará ante ellas agarrándose ya sin fuerza a las aliagas y al montón de ruinas y escombros de lo que, en tiempos, fuera (antes de aquel incendio que sorprendió durmiendo a la familia entera y a todos sus animales) la solitaria Casa de Sobrepuerto. El que encabece el grupo se detendrá a su lado. Contemplará las ruinas, la soledad inmensa y tenebrosa del paraje. Se santiguará en silencio y esperará a que los demás le den alcance. Vendrán todos esa noche: José, de Casa Pano, Regino, Chuanorús, Benito el Carbonero, Aineto y sus dos hijos, Ramón, de Casa Basa. Hombres endurecidos todos ellos por los años y el trabajo. Hombres valientes, acostumbrados desde siempre a la tristeza y soledad de estas montañas. Pero, a pesar de ello —y de los palos y escopetas de que, sin duda alguna, han de venir armados—, una sombra de miedo y de inquietud envolverá esa noche sus ojos y sus pasos. Contemplarán también por un instante las paredes caídas del caserón quemado y, luego, en lugar que alguno de ellos señalará ya con la mano en la distancia. A lo lejos, frente a ellos, en la ladera opuesta de la montaña, los tejados y los árboles de Ainielle, ahogados entre peñas y bancales, comenzarán ya entonces a fundirse con las primeras sombras de una noche que, aquí, contra el poniente, llega siempre mucho antes.
Visto desde la loma, Ainielle se cuelga sobre el barranco, como un alud de losas y pizarras torturadas, y sólo en las casas más bajas —aquellas que rodaron atraídas por la humedad y el vértigo del río— el sol alcanzará a arrancar aún algún último destello al cristal y a las pizarras. Fuera de eso, el silencio y la quietud serán totales. Ni un ruido, ni una señal de humo, ni una presencia o sombra de presencia por las calles. Ni siquiera el temblor indefinido de un visillo o de una sábana colgada en el frontal de alguna de cualquiera de sus múltiples ventanas. Ningún signo de vida podrán adivinar en la distancia. Y, sin embargo, los que contemplen el pueblo desde las altas campas de Sobrepuerto sabrán que, aquí, entre tanta quietud, entre tanto silencio y tantas sombras, yo les habré ya visto y estaré esperándoles.
La lluvia amarilla.