Especialista en literatura femenina

Fernández-Ventura, Lourdes

Sus ensayos indagan en la senda de un nuevo hedonismo femenino. Su obra narrativa se inscribe en la estela temática de los grandes narradores decimonónicos, aquellos que reflejan la marea de la pasión y el deseo.

Lourdes Fernández-Ventura (Palencia, 1956). Cursó Ciencias de la Información en las universidades de Navarra y Madrid, ampliando estudios en Estados Unidos, Francia e Inglaterra, donde vive durante cuatro años. Ha ejercido la crítica literaria y el periodismo cultural y tiene una reconocida trayectoria como estudiosa de la literatura escrita por mujeres.

Sus ensayos indagan en la senda de un nuevo hedonismo femenino. Su obra narrativa se inscribe en la estela temática de los grandes narradores decimonónicos, aquellos que reflejan como nadie la marea de la pasión y el deseo.

Sus personajes son seres frecuentemente alterados y a vueltas con el amor y el desamor, pero también con un punto rebelde, conflictivos con el poder, indefensos ante la crueldad, mecidos por el flujo de las palabras que nos acarician o nos trastornan, poseídos por los sueños, a menudo víctimas de la impostura y de las injusticias. Tipos para quienes el horizonte es apenas un espejismo alimentado por el rescoldo de la memoria.

Este discurso intimista de historias transidas de anhelos y enrojadas por las brasas de la imaginación se despliega en una prosa brillante, muy madura y rica en resonancias literarias. Su primera novela, Fuera de temporada (1994), transparenta la familiaridad de la autora con los universos narrativos que pusieron en marcha la sensibilidad contemporánea y traza una línea temática que con diversas modulaciones recorre todas sus obras. Sin embargo, esa atmósfera prestada no asfixia el desarrollo de un relato que asienta su identidad sobre un lenguaje fresco y una trama novedosa.

Si Fuera de temporada aborda el desafío de construir un mundo y apresarlo a través de la escritura, Donde nadie nos encuentre (1997) evoca el París de la “Belle époque” a través de los recuerdos de su protagonista Lerroux, un perdedor alojado en la ciudad de los sinsabores, de la que lo arranca el deslumbramiento de Gina, una mujer fascinante. La prosa poética de la autora dibuja el rescate de aquel verano, que fue como un oasis en el desierto de los perdedores, en una confidencia marchita para Marie.

Casa de amantes (2000) se centra en la sexualidad femenina, partiendo de los amores clandestinos y turbulentos de una casada. Sin embargo, el relato de la infidelidad se convierte en una indagación del lenguaje corporal, en escrutinio de los códigos de la seducción y de la sensualidad. La novela aborda este repertorio escabroso con elegancia y un impagable sentido del humor.

El poeta sin párpados (2002) es su novela más ambiciosa. A partir de la pesquisa de una pasión clandestina entre Elisa del Castillo y Gustavo Adolfo Bécquer, cuya huella descubre la adolescente que curiosea viejos cuadernos familiares, la autora traza un friso fascinante del Madrid romántico y de la efervescencia que provocan las palabras con las que se construye el universo del amor.

La cantante de hotel (2003) es un relato de género que parodia la dudosa épica de los espías en los alrededores del 11 de septiembre neoyorquino.

Junto con otras cuatro importantes escritoras contemporáneas ha participado en el libro colectivo 5 x 2 = 9 (2009), que aborda, desde una perspectiva narrativa y docu-mental, la violencia de género.

Hay que destacar también su ampliar trayectoria como estudiosa de la literatura escrita por mujeres. A través de conferencias, artículos, prólogos, etcétera, ha abordado la obra y la figura de autoras como Virginia Woolf, Marguerite Duras, Marguerite Yourcenar, Colette, Margaret Atwood, Jane Austen, Sylvia Plath, las hermanas Brontë, Doris Lessing, Rosa Chacel…

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NARRATIVA

  • Fuera de temporada (1994). Planeta.
  • Donde nadie nos encuentre (1997). Planeta.
  • Casa de amantes (2000). Plaza & Janés.
  • El poeta sin párpados (2002). Destino.
  • La cantante de hotel (2003). La Esfera de los Libros.

ENSAYO

  • La tiranía de la belleza (2000). Plaza & Janés.
  • La mujer placer: hacia un nuevo hedonismo femenino (2004). Belacqua.
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AQUEL MES DE JULIO dos aeronautas franceses rasgaron con sus hélices el inmóvil cielo del canal de la Mancha. El monoplano de Latham perdió fuste y se desplomó en el mar a doce kilómetros de Calais. Unos días más tarde, con el primer rayo de sol, Louis Blériot despegó de la costa francesa, peleó contra el viento que soplaba desde el este, recuperó la horizontal sobre la superficie del agua y aterrizó en suelo inglés al cabo de treinta y tres minutos de navegación sin incidentes.

Algunos de nosotros estuvimos hablando de ello durante varios días. Gloria por siempre a Blériot, oprobio para Latham el caído, había bramado el coronel Robins. Rodolfo se mostró muy agitado. Dijo que Latham era sólo un aficionado sin agallas, un millonario diletante, un sportsman, y que Blériot el pertinaz, Blériot el inventor, Blériot entrampado hasta la camisa de dormir, Blériot el de las piernas abrasadas por el progreso era el nuevo héroe de la aeronáutica.

Entonces teníamos tiempo para cosas así. De cualquier noticia del diario extraíamos grandes conclusiones. Justificábamos los adelantos o maldecíamos la civilización según el bando en el que nos alineásemos aquel día, pero en realidad hablábamos por hablar. Nuestras especulaciones inagotables rompían nuestra monotonía sin sueños; despreciábamos y aplaudíamos con indiferencia, libres del peso de la amargura, por el mero hecho de matar el aburrimiento, porque habíamos elegido las sombras, porque no teníamos deseos, o eso creíamos, pero estábamos demasiado enteros para conformarnos en silencio con los brillos de nuestras levitas rozadas. Vivíamos ocultos tras las palabras como si fueran una empalizada, como si al hablar se decidiera a nuestro favor la frontera que nos separaba del mundo, como si las frases provisionales y confusas armasen la techumbre de un hogar. Pero la verdad es que no estábamos convencidos de nada.

Ahora que han pasado tantos años, al intentar recordar lo que ocurrió entonces, las imágenes llegan a mí fragmentadas, en un goteo lento, fruto de mi necesidad de aferrarme a lo único que fui, a lo único que tengo: una atadura invisible, un dolor que no es mío, una nuca usurpada, el insensato presagio de un tambor.

Cuando vuelvo a visitar aquel tiempo, incorporándome en el catre de un hospital con buenas vistas, mientras trato de acallar la tos con la avalancha de los recuerdos, regresando a la penumbra, haciendo un último esfuerzo por abrirme paso entre los solares en ruinas del pasado, me pregunto, aniquilado y enfermo, por qué aquellos meses significaron una brisa de aire fresco que nos devolvió a la vida a nosotros que habíamos sido desterrados de la vida. ¿Fue la irrupción de Gina en aquella pensión de París lo que nos mantuvo con aliento? O, más bien, ¿quedamos acorralados en un laberinto sin norte ni propósito, puesto que su reclamo sólo conducía al vacío? ¿Cuál fue, me pregunto, la razón de que nos convirtiéramos en bufones apurando nuestra reserva de artimañas precisamente nosotros que parecíamos haber renunciado a la vanidad? Tal vez sea muy tarde ahora, cuando el cansancio lo emborrona todo, pero no dejo de preguntarme, al pensar en aquellos días, por qué la ceguera, por qué no escuché los redobles del tambor del coronel Robins, que presagiaban una riada de pequeñas atrocidades que todos ejerceríamos contra todos.
Donde nadie nos encuentre.