FESTEJOS Y TRADICIONES | BURGOS

Más de 90 bebés desafían los saltos del Colacho en Castrillo de Murcia

  • La tradición se remonta hasta el siglo XVII y simboliza la lucha entre el demonio y Cristo
  • El Colacho salta sobre bebés tendidos en el suelo para liberarlos de los malos espíritus

L. Sierra / ICAL

Tumbados en el suelo, al margen del ruido de los tambores y los pétalos de rosa que cayeron sobre ellos, más de 90 bebés han desafiado, en la localidad burgalesa de Castrillo de Murcia , los saltos del Colacho, singular personaje que emula al diablo y que está representado por dos vecinos del pueblo, que desde el siglo XVII dan color a una de las fiestas más arraigadas de la provincia de Burgos.

Las calles del municipio de Castrillo de Murcia se convirtieron, un año más, en un hervidero de curiosos y vecinos que no dudaron en acercarse para contemplar una fiesta declarada de Interés Turístico Nacional, y que cada año capta adeptos. Más de 3.000 personas se congregaron en la plaza del Ayuntamiento y en las calles principales, para contemplar una escena que se lleva repitiendo en este pequeño municipio de 275 habitantes desde 1621: la lucha entre el demonio y Cristo, teatralizada por los saltos del Colacho.

El domingo del Corpus, como manda la tradición, el Colacho se echó a las calles para participar en una ceremonia que combina elementos teatrales y religiosos. Ataviado con una chaquetilla de color amarillo y un pantalón del mismo tono, ribeteado con una vistosa franja roja, el Colacho se preparó para iniciar el salto. Bueno, los saltos, porque cada año son más los padres que deciden dejar a sus bebés en los colchones para que "el Colacho les limpie de pecado". En total, fueron más de cien los saltos que dieron Venceslao Sánchez y Juanjo Dueñas, los encargados este año de representar a Belcebú.

La alcaldesa de la localidad, Marianela Manrique, confesó que, "a pesar de que en el pueblo ya no hay apenas recién nacidos, el número de participantes aumenta cada año", aunque este año la cifra ha sido algo menor que en años precedentes donde se superó el centenar.

Ajenos al bullicio y a la expectación que despiertan, muchos de los pequeños permanecieron tendidos en los colchones. "La mayoría son hijos de descendientes de vecinos de Castrillo de Murcia que, aunque viven en otros puntos del país, vienen al pueblo para que hijos participen en una tradición de la que también participaron sus padres y abuelos", apuntó la edil.

Sacralidad y teatralidad

La Cofradía del Santísimo Sacramento es cada año la encargada de elegir a los dos vecinos que encarnan al diablo. Dos personas que recrean con sus saltos la huída del diablo ante la presencia de Cristo en la Eucaristía, y en cuyo trayecto, deben saltar sobre los colchones en los que están colocados los bebés para liberar a éstos de los malos espíritus, y concretamente, del mal de hernia que durante el Medievo se atribuía al demonio.

Una tarea de "suma responsabilidad" para la cual es necesario prepararse semanas antes porque "todo debe salir correctamente", explicó Venceslao Sancho, de 60 años, que este año dio el relevo a Juan José, el Colacho entrante. Ambos repitieron saltos y acallaron los pucheros de los bebés ante la expectación de centenares de vecinos, que se agolparon con sus cámaras de fotos en las estrechas aceras de la localidad.

Situada en la comarca de Odra-Pisuerga, a ocho kilómetros de la localidad de Sasamón, la localidad de Castrillo de Murcia se engalana el domingo del Corpus para dar la bienvenida a Cristo y despedir al diablo. Con mimo y cuidado, los vecinos engalanaron sus balcones y los niños que han hecho la Comunión hicieron volar pétalos de rosas sobre los recién nacidos hasta fusionar el olor de las flores con el incienso. La música también decoró las calles. El repique de campanas y los aleluyas pusieron sonido a la jornada procesional, de la que también participó el sonido burlesco de las terrañuelas.

Y en medio de ese singular concierto, casi cien niños esperaron entre sollozos, movimientos y pucheros a que se hiciera el silencio. Como si se tratase de una gacela, el Colacho emprendió su vuelo sobre los pequeños. La tradición continúa.