Que tu madre sea la mujer con más títulos que ningún otro noble en el mundo, o eso dice la leyenda, tu padre un duque descendiente de marqueses y que pertenezcas a uno de los linajes con mayor prestigio de este país, tiene que imprimir carácter. Al menos es lo que se piensa de esta mujer: Eugenia Brianda Timotea Cecilia Martínez de Irujo y Fitz-James Stuart, más conocida como Eugenia Martínez de Irujo, la doceava duquesa de Montoro.
Nació con todas las comodidades de la Casa de Alba. Fue la niña de los ojos de su madre, la pequeña de los seis hijos que tuvo la duquesa con Luis Martínez de Irujo. Se crio con cinco hermanos varones que siempre protegieron a la reina de la casa. Su padre falleció de leucemia cuando ella apenas levantaba un palmo del suelo. Tuvo una educación acorde a formar parte de una dinastía con una genealogía única en España.
Pronto empezaron los primeros idilios, nada importante, el sevillano Luis Conde, que duró un para de años, el torero Julio Aparicio, Sergio Baigorri y se comenta que también un noviazgo breve con el Litri. Cuatro nombres propios que no tuvieron nada que hacer frente al primer hombre al que dijo sí quiero.
Ese fue Francisco Rivera Ordóñez, otro joven que procedía de una familia de prestigio en la época y que era torero de profesión, el primogénito de Paquirri y Carmina. El diestro ya había perdido a su padre en la aterradora corrida de Pozoblanco, que siempre dudó del matrimonio en cuestión. A pesar de todo su madre se puso la peineta y la mantilla y acompañó a su hijo a la Catedral de Sevilla. Una boda para la historia de España y de las revistas del corazón. El propio Fran reconocería 20 años después que Carmina le instó a protagonizar la evasión nupcial del siglo para que no cometiera el error de casarse sin amor, pero no le hizo caso. Hubo boda, posboda y una niña recién nacida un año después. Tres años más tarde llegó el amistoso divorcio.
Una vez separada, Eugenia tuvo distintos amores, unos más mediáticos que otros. Nicolás Vallejo-Nájera le hizo reír y olvidar malos momentos, y con Gonzalo Miró tuvo todos los días un paparazzi en la puerta de casa. Rompieron y se reconciliaron varias veces hasta que cada uno se fue por su lado.
Mientras tanto pasó de todo. Su madre se casó a los 84 años con un funcionario del Estado nacido en Palencia. Su ex Fran Rivera le declaró la guerra en los juzgados por la custodia de Tana y en medio de tales batallas falleció la duquesa. Empezaba así otro capítulo en la casa que enfrentó a los hermanos, concretamente a Cayetano, que escribió unas memorias que escocieron un poco. Hoy las aguas han vuelto a su cauce.
Cuando nadie lo esperaba Eugenia estaba enamorada y de pronto casada con Narcís Rebollo. Pasó de una boda retransmitida en directo por televisión a decir sí quiero en una capilla de Las Vegas. Ahora vive apartada de los medios, comprometida con el medio ambiente y rindiendo homenaje a su madre.