La del carbón y Europa ha sido durante años una historia de amores y desencuentros. Fue la gestión de este oscuro mineral la que alumbró en 1951, la CECA, la Comunidad Europea del carbón y del acero, germen de la Unión Europea actual, de la que formaban parte tres de los considerados grandes productores: Reino Unido, Francia y Alemania.

España sumó su nombre a esta lista en 1986 con su entrada en la entonces Comunidad Económica Europea . Unos años antes se había descolgado de ella Holanda y en la década de los 90 lo haría Bélgica, al decidir el cierre de sus minas. A día de hoy el mapa de la producción del carbón en la Unión Europea es el siguiente: 590 millones de toneladas de los que casi 202 proceden de Alemania, 17 del Reino Unido y 18 de España. Polonia, aporta 145,8.

Son los nuevos socios los que lideran estos datos porque los miembros más veterenos han optado estos años por estrategias de reconversión bajo el paraguas de las ayudas europeas. Caso del Reino Unido, donde Margaret Thatcher se ganó en la década de los 80 el sobrenombre de 'dama de hierro' al privatizar el carbón tras dos años de huelgas en las minas inglesas. Francia optó por la nacionalización para tomar las riendas y Alemania por levantar en zonas mineras industrias alternativas.

La situación de España es la más compleja, al convivir la minería publica y la privada. Aún así, la reestructuración se ha acelerado en la última década; la producción se ha reducido en este tiempo en un 40% y en un 56% los empleos, de 22.500 a 10.000.

La patronal minera insiste en que el proceso debería detenerse aquí. El carbón nacional, aseguran, ha contrubuido hasta la crisis a la estabilidad de precios en el mercado. Su valor de arrastre a otros sectores económicos es tan alto que por cada euro en ayudas, sostienen, se reportan tres en conceptos fiscales como la renta o el IVA.