Inés, vecina de Mironcillo, poco a poco ha ido olvidando la angustia que sufrió al ver las llamas cerca de su vivienda pero, a día de hoy, sigue cargando las garrafas de agua que el Ayuntamiento le deja en su puerta, ya que en su localidad la red de suministro no ha recuperado la normalidad. Aun así agradecen la solidaridad para resolver este problema. 

Por su parte, Emilio sigue mirando apenado su maquinaria abrasada. El fuego arrasó su explotación la cual va se va recuperando gracias a las donaciones de compañeros y particulares. Emocionados recuerdan aquel 14 de agosto y como casi lo pierden todo, por lo que siguen pidiendo ayuda.

Se cumplen 51 días de lo que fue su peor pesadilla, pero les consuela ver cómo la tonalidad negra del monte va dejando paso al verde, el color de la esperanza.