La localidad vallisoletana de Portillo alberga una costumbre que ha marcado la historia de la zona: la alfarería. Durante muchos años se convirtió en un centro alfarero con hasta medio centenar de talleres que trabajaban a pleno rendimiento. En la actualidad, solo media docena mantienen su actividad. Esta cultura artesanal con tanta tradición que ha pasado de generación en generación, ve peligrar su futuro. 

Hijos y nietos de alfareros de antaño explican por qué quieren seguir manteniendo viva esta tradición que aprendieron cuando eran pequeños y aplicando la práctica como un juego en su niñez. Un negocio que a mediados del siglo pasado, daba empleo a unas 400 personas y que contaba con 50 talleres de artesanía. Hoy en día, solo quedan en Portillo siete alfares activos, a pesar de que hubo un tiempo de esplendor: "Tristemente creo que cuando nos jubilemos los que estamos en unos quince años, la alfarería como se entiende como un negocio familiar no existirá", comenta uno de los alfareros.