Susana prepara la habitación de Aaron que pasa los fines de semana con ella en casa, el joven de 15 años pero con una edad mental de 3, lleva un año ingresado en un hospital psiquiátrico tras el último brote de conducta agresiva que sufrió.
Por eso ha reclamando ante la fiscalía una atención educativa en un centro especial que frene esa conducta disruptiva, lejos de los tratamientos con medicación.
Este dictamen de la consejería le concede la plaza en el centro con un profesional que atiendan al menor durante todas las horas lectivas, pero lleva paralizado dos meses.
Sin trabajo, y con escasa ayudas Susana solo espera que su hijo tenga por fin una oportunidad de integración en una sociedad que sigue desconociendo el autismo.