El nuevo currículo educativo elaborado por el Gobierno para el curso 2022-2023 ya está sobre la mesa. El modelo se aplicará desde Primaria hasta la ESO y va a definir qué se aprende, cómo y su evaluación. La intención es transformar el actual método por uno basado en competencias, más abierto, donde se combinen asignaturas y se ayude a los alumnos a resolver problemas de la vida real. El Ministerio de Educación va a fijar hasta un 60% de los contenidos, el resto lo decidirán las comunidades autónomas y hasta un 5% cada centro educativo.

"Si no se queda en una utopía puede ser eficiente", dice Bárbara de Aymerich, directora de Espiciencia. En clase no habrá tantos hechos ni conceptos. Expertos como Gregorio Luri, filósofo y pedagogo, advierten de que "aprenderse las tablas de multiplicar de memoria significa asimilar hábitos mentales que falicitan mucho las operaciones".

Lo que busca el Ministerio es un modelo más práctico, que aplique los conocimientos como hacen en Finlandia, Escocia o Portugal. "Se ve que funciona, siempre que estén bien definidas las competencias y cómo evaluarlas: lo complicado", dice De Aymerich. Aquí el Ministerio fijará criterios para evaluar solo en cuatro de los 10 cursos de la enseñanza obligatoria. Le da, por tanto, más cancha a las comunidades autónomas.

"Al final va a haber 17 sistemas educativos, que son los que hay ahora. No es justo, ni lógico", afirma Cristina Fernández, presidenta de la Asociación de Profesores de Enseñanza Secundaria. Lo que será único es el perfil de salida para graduarse en 4º de la ESO. El alumno tendrá que tener desde competencias lingüísticas hasta emprendedoras. Un abanico demasiado general y vago, para algunos.

El nuevo currículo quiere que se mezclen materias y pueda haber dos profesores en el aula, para eso los profesores piden "bajar la ratio y aumentar los recursos: humanos y materiales". De momento es un borrador. De aquí a verano se esperan aportaciones de expertos y la comunidad educativa.