El dibujo de lo que antaño fueron casas habitadas, lo que queda en pie de la vieja iglesia y el silencia abrumador es la estampa de Farballes. Un pueblo leonés que en los años 80 quedó abandonado, pero Andrés y Raquel eligieron para vivir.
 
Acostumbrarse a la ausencia total de infraestructuras básicas como el agua y la luz no fue fácil con dos hijos pequeños. Colocaron las primera placas solares de la provincia y pagaron de su bolsillo el asfaltado del camino. El supermercado y el médico están a unos kilómetros. Pero se aferraron al pueblo a pesar de la falta de apoyo público.
 
Ahora 30 años después con los hijos independizados, son sus animales, la ganadería a la que han dedicado su vida su única compañía. No echan en falta vecinos y en tiempos de pandemia vivir aquí se ha convertido en todo un paraíso.